GLORIA
.
"
A
hablarte
d~
este modo, seguro de .que tus
id.eas se Rco'rdarán con las
mí~~ .
y
tu sentir
con m-i
sentir.'
La
sefiorita quiso de nuevo . Juiblar algo,
aunque fuera para dar .su asentimiento; pero ,
1
'
.
\
; naja
de
lo que vino .
á
su
mente le pareció
~
digno de la gravedad del caso, -por cuya,razón
J
hubo de callarse. .
.
.
e
¡Qué s,eria te has ·puestol-dijo el padre;-
y
t~mbiéll
pálida. Así me gusta. Una mucha–
cha casquivana
y
ligera habría sonreído
y
sol~
_
tado por la boca mil palabras torpes ó
fút-i~es;
pero tú cOlnpl'endes que el asunto de que tra–
to es una piadosa l:luión
por
toda
]a
vida;
un
Sacrall)ento instituido por Dios, el paso 'más
dificil y más delicado de la existencia, y sólo
la idea de avanzar el pie para darlo debe
sus–
pender el ánimo de
la
mujer cristiana.»
Después de sonreir, prosiguió así:
e
Sin duda sospechas quién es el hombre
á
quien t.engo por el más -digno de ser tu espo·
so. Hay un joven cuyo cal'ácter, talentos no
.
.
comunes
y
costumbres cristianas
so~
una ex-
cepción . entre todos los de su clase
y
de sn
•
edad, como lo eres tú entre las nifias de estos
tiempos. Ese mozo, ¿necesit? nombrártelo? es
D. Rafael del Horro... En verdad que si no
descollase
p<?l'
sus
virtud~s
tanto como por su
• r