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}O _
8" PÉREZ
GALD6~
,
í
do. D.
J
ua~
miró'
,c~n
afectupsos ojos
á
su
hija,
y
le habló
"así:
-~
_ '-
'
ePot: lo
mucho.~que
te 'quiero,
VOY '
á
ente- '
.
,
I'art~
de
un asunto que interesa
~ucho ~
á
-tu
porvenir
y
á
tri
feH~idad~.
Si se tratllra
de
una
Jovenzúela'
d-e
eSJls
_qué"no
pos~en
'tu
bl1_~n
Jui- _ .
ero
ni tu /rectitud, segúrflmente
el
camino que -
dehí-a
seguirse sería disthito;:.peró tú no eres ,–
~omo l~s
deml\s,
YÁ
yo
~tomo
la
senda
má~
bre-
ve.
Creo,"
hija ,miar, que ha
llegado
la
9~asi6n
-
~
"
d-e qúete
cases.
.I. "
,'. - -
I
Quédose la
aetl~rita
a.bsorta;
quiso
hablar, _
y
no se le ocurrió nad-a
d~g~o
de ser
dich~
en
tan crítica
ocasi~n
y
ante
la majestad
im-po- -
nente de D. Juan, en' quien
ve.faentonces
jun–
tas la-s dos pe,rsonas de '"sfi padre
y
su
tío~
I
"
•
cSí-prosiguió
Lantigqa._-4o
que en
9tra
clase de personas
es
cuestión
difícil,
aquí es
problema facilísimo,
y
'puede
resolverse con–
honra y
co~tellto
de
todos. U-na
Jove~
que
'no
ha entretenido su .edad florida en noviazgoe
indecentes, ni c,on necios amoríos de balcón
ó
de tertulia,
es
el
tesoro
más
preciado de
una
bonesta
familia. Esa
joven eres
tú.
Tu carác–
ter
bondadoso, dócil;
tu
educación cristiana
y
há.bitos humildes; tue
pensamien tos, que si al–
guna vez han sido
ecberbios,
después
se
han
sometido al yugo de la autor iJad, me mueven