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GLORtA

51

tal apellido por ser, c·omo era, el usurero de la

comarca, sino porque lo heredó de sus dignos

padres. Fué también el boticario, industrial

ingeniosísimo que iba en camino de ser pode–

roso;

y

no se quedó atrás, sino que fuá 'de los

primeros en correr al camino, abrochándose

el recién puesto ''y de

antig~o

raído pantalón,

D. Bartolomé Barrabás, el Jiberalote del país,

ex-dómine con puntas de filósofo, ogaño maes–

tro de escuela con pespuntes de hombre poli-o

tico,

y

aun de orador

y

también de periodista.

Siguiéronle varÍDs indianos, paso

á

paso, mar–

cha,ndo

con gravedad

y

compostura, porque

hombres que habían pasado toda su vida tra–

bajando no podían igualarse

á

los chicos de

las calles ni

á

los holgazanes,

co~o D~

Barto–

lomé Barrabás.

I~an

acompatlados de sus

sombreros de copa, para tan alta ocasión sa–

cados de las sombrereras,

y

también de sus

paraguas, que desafiaban

á

las nubes.

Cuando D. Angel llegó

á

las primeras casas

del pueblo, se bajó del coche para abrazar

á

su hermano

y

sobrina. Exclamación in'mensa,

como el bramido del mar irritado, le saludó.

De entre aquel tumulto de entusiasmo saltaron

al aire gorras

y

sombreros. Los paraguas de

los indianos, cual aves majestuosas, desplega–

ron sus alas negras para recibir unas cuantas