GLORtA
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tal apellido por ser, c·omo era, el usurero de la
comarca, sino porque lo heredó de sus dignos
padres. Fué también el boticario, industrial
ingeniosísimo que iba en camino de ser pode–
roso;
y
no se quedó atrás, sino que fuá 'de los
primeros en correr al camino, abrochándose
el recién puesto ''y de
antig~o
raído pantalón,
D. Bartolomé Barrabás, el Jiberalote del país,
ex-dómine con puntas de filósofo, ogaño maes–
tro de escuela con pespuntes de hombre poli-o
tico,
y
aun de orador
y
también de periodista.
Siguiéronle varÍDs indianos, paso
á
paso, mar–
cha,ndo
con gravedad
y
compostura, porque
hombres que habían pasado toda su vida tra–
bajando no podían igualarse
á
los chicos de
las calles ni
á
los holgazanes,
co~o D~
Barto–
lomé Barrabás.
I~an
acompatlados de sus
sombreros de copa, para tan alta ocasión sa–
cados de las sombrereras,
y
también de sus
paraguas, que desafiaban
á
las nubes.
Cuando D. Angel llegó
á
las primeras casas
del pueblo, se bajó del coche para abrazar
á
su hermano
y
sobrina. Exclamación in'mensa,
como el bramido del mar irritado, le saludó.
De entre aquel tumulto de entusiasmo saltaron
al aire gorras
y
sombreros. Los paraguas de
los indianos, cual aves majestuosas, desplega–
ron sus alas negras para recibir unas cuantas