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94

B.. P 'ÉREZ OALDÓS

manjares ricos habia pl'obado en

EU

vida. Sa–

tisfecha .aquella primera necesidad

de.su

cuer–

po, éste, que cU,ando le niegan se resigna, pero

si empiezan á ·darle, más

pida

euaáto

fUá&.

te

dan, reclamále..

déSlHlngO,

u'n aJbrigo;·mi techo,

un

'<r~ón,

un

m~nlón _

de

paja. ·~sto

era

más

difícil, porque ninguna puerta de Ficól?,riga se

abriría para él.

A

falta de asilo

có~odo,

bus–

có'

~n

abandonado h tleco de luinas) un tron–

co de árbol, .ó

pared.ón

solitario y 'apartado de

toda humana vivienda que. al menos le res–

guardara del frio Nordeste. Anduvo 'largo tre..

cho alejándose del centro de la villa

y

vol

vien-

- -do á él. Por' último, vió ·una escalera de piedra

que se abría en el hueco del .viejo

~urallón,

. para dar acceso

á

una planicie donde se veían

. algunas .construcciones entre las raml;l8 de es–

pesos ·árboles. Sentóse allí. El sitio era relati·

.

-

vamente cómodo

y

resguardado del cierzo.

Al poco rato aparecieron dos perros,

á

quie–

nes Mor ton ·dió lo que había sobrado del pan,

obsequio que no rechazaron.

e

Vamos-dijo el israelita,-ya no

se

pod\'l\

decir que hastá los perros huyen de mí.

A'

menos es un consuelo.»

P oco

desp~és

acercóse un anciano mendigo

con una nitia en brazos,

y

alargó la mano tos-

o

tada

y

aogulosa para pedir una limosna.