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ilusión de toda su
v~da,
y quedóse e IDO el san-
.to árabe Job, cuando llegando un criado le
dijo: cTus hijos y tus hijas estaban bebiendo
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en casa del primogénito.
Y
he aquí un gran
viento que vino del lado desierto,
é
hirió
l~s
cuatro esquinas de la cása, y cayÓ' sobre los
mozos y IDuriel'on, -y solamente escapé yo para
traerte las nuevas.,
Pero D. Jqan n.(Y rasgó su levita, ni trasqui–
. ló su cabeza, ni cayó en tierra: an tes. bien, re–
pOñiéndoseA"'algo de la-
so(pres~
si bien no
de_
la"~pena, de~ía
luego para sí: . '
cEs mentira, es mentira.
-Pero.haremos bien
e~
guarecernos-dentro
de la casa, porque llueve,_ amigo Lantigua, »
indicó Amarillo.
En efecto, llovía. Todos se metieron dentro, -
huyendo del
agua,
y
los criados de D. Silves–
t;.'o retiraban
á
tod'a prisa
~esa
y
·vajilla ex–
puestas á la intemperie.
e
Esto pasará pronto,-dijo el padre de Glo–
. . l'ia mirando al 'cielo.
-Yo creo-manifestó Romero,-que ten–
dremos una segunda edición
d~
aquel famoso
día, cuando sacamos á los náufragos de
á
bordo del
Plantagenet.
t
Qué día, setlores!
A9q~1l0
si que era
llov~r,
aquéllas si eran
olas... Yo, lo confieso, tuve miedo•••
"
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