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El
rayo.
,
.
Gloria
y
Daniel _Morton sintieron pasos
y
teulblaron. Ni uno ni otro se atrevían
á
mo–
verse. Niuguno de los dos pudo articular una
sfluba.
Coutel.lían el alientQ. Amuos deseaban
ser aire
imp~1
paule para
de~vanecerse.
, Dd
repente la puerta ahrióse
y
apareció Dou
Juan de Lantigua. 'Gloria lanzó ,un grito terri–
ble. No se sentirá mayor espanto cuando se
oiguu las trompetas der Juicio,
y
aparezca en–
tre inflamadas nubes el que ha de venir ájuz–
gar
á
los vivos
y
á los muertos . .D. Juan avau–
zó hacia su hija eo el brazo levantado; pero
como si faltara la tierra á sus pies, cayó viQ–
lentamellte al suelo exhalando un gemido. Su
veuerable cabeza caua rebotó contra el suelo.
D. Angel, que venía detrás," Sedetlo, Glo–
ria y MortoD se abalanzaron al cuerpo del in–
feliz padre. Le examinaron: parecía muerto.
Diéronse voces de socorro,
y
acudieron atro–
pelladamente los criados. Cuando levantaban
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