XXXVIII
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Jobl!
D~jam~s
al bueno de D. Silvestre mostran,:,"
do lleno 'de orgullo las peras de su huerta,
mientras D. Juan .Amarillo s.e apoderaba, cual
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ave de rapifia, del Sr.
La~tigua,
llevándole
aparte para hablarle de un grave asunto.
- Digamós algo de este hombre, cuyo apelli- .
do es de los que más admirablemente se con–
forman con. la persona. Pasaba el tal Amari–
llo de los sesenta ailos, y era un hombre des- .
pacioso, metódico hasta lo sumo,
~uy
casero,
gran rezador de rosarios, blando en su con–
versación, atravesado en su mirar, de cabeza
generalmente inclinada hacia in lado como
breva ' madura, nariz de pico, cabeza calva,
ojos negros sombreados de largas pestafias
ásperas, barba fuel'te, pero afeitada, y todo el
rostro amarillísimo
y
reluciente como. perga–
mino. Su ocupación era prestar con usura.
Principal banquero de Ficóbriga.
á
todos sa–
caba de apuros, previo un interés que jamás
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