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pantosa, diluvio que parecía inundar la
tierra
y
desleí r
á
Fieóbriga.
cAsi
llovía sobre
el
pobre
Plantagenet
el '~fa
del
naufragio-pensó Morton.-¡Pobre
de mil
Las
tempesta des 'me trajeron
y
las
tempestades
me llevaD. ¿Quién
p uede penetrar
los desíg–
Ui08
del Señor?»
Después, mirando al cielo, que
se
descuaja.
ba en rayos
y
se vaciaba el:l
chorros
de agua,
, dijo así :
.e
Viéronte
las
aguas, ¡oÍJ.
Dios!
viéronte
laa
aguas,
y
temieron
y
temblaron
108
,abismos...
Las nubes
echaron
inundaciones
d~
agua,
tpo–
naron los cielos
y
discurrieron
tus
rayos .•• An–
q.uvo
en derredor el sonido dé tus truenos, lo..
...
relámpagos alumbraron et mundo,
estieme–
cióse
y
terobló la tielor a... En la IlJsr
fué
tu
Cti–
mino,
y
tus sendas en las muchas
aguJ1,B,
y
tus
pisadas no fueron conocidas
(*).»
La tempestad acabó de obscurecer la tarde,
que
ya
tocaba
á
s.\1 fin. Morton miró
á
la
casa
de Lantigua, que frent e
á
él
estaba
por el cos–
tado de ' Oeste,
y
vió luz en
las
habitacion08
altas.
e
ya
están ahí todos los de la casa-pensó.
-Gloria, con sus encantos quej a igua.lan
á
108
() Salmo LXXXI ,
17,
18, 19, 20.