.,
. otótttA.
28b ,
una
calle,
é
ins.tintivam~nte
salió de s,u
esc~n·
dite para correr tras ella.
e
¡Que
esté condenado á uo
verla más!.,.–
penaó.-¡Ni
una
vez· siquiera!. •.
~
La siguió
á
mQcha
dist~ncit\, deteniéndo~e
cuando
estaba demasiado cerca,
adel'aritáudo.
-
I
se cuando
se
quedab~ .
muy lejos.
Por fin,
CU8lldo Glori,a
entró en
el jardín de
su
casa,
Morton dijo pata
si:
\
-
'--'cTodo acabó.
Ahora
me
marcharé.~
Pero antes dé .
de~idirse
á
partir éstuvo me–
dia hora sentado sobre
una
piedra en cierta
calleja,
que por un
l~.do
salía'
á
la plaz'oleta
y
por
otro
á -
las
p,endientes
que
bajaban
al
,
.
,
mar.
Pesada
y
tibia gota de agua,
~ayendo
sobre
eu
mallo.,
le
sacó
de su
abstracción.
Mirando al
cielo,
vió UDa
nube amarilla
con intensos cam·
bin.ntes grises,
y
pudo
o~servBr
el
aire
sofo-
cante.
Sopló formidable
viento, que
hizo
remo–
linos
de
polvo,
y
empezaron
á
caer gruesas
go~
tas que
manchaban
el
suelo con redondeles ne–
gros, como
si
llovieran
piezas de
dos
cuartos.
I
Buscando donde guarecerse, salió Daniel de la
cal1~ja,
penetró en otra,
y
al
fin pudo hallar
una grall
teja vana, bajo
la cual se
abl'igó
per–
fectamente.
Enlonces descar-gó una Huvia tremenda, es·
,
I
,
I
-
,