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I
GLORIA
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Media hora después Morton volvió con Cai-
fás
á
la Contiguera; pero uno
y
otro miraron
á.
todos lados.
¡Oh _ sorpr~sa
de las sorpresas! ,
~i
-
Sildo ni el caballo -estaban alIfe -
y
~uc~dió
que 'Sildo,-al
te~er
las riendas del
generoso 'Qnimal, sintió -en su alma un vivísi–
roo impulso de caballero, es decir
~
-que deseó .
montaríe. En los doce ati08 de su edad;
el
po–
bre chico Ino-había oprimido
lo~
lomos de nin-
;
-
gún caballo.
~
-c¡Si
yo mj Jllontara_en 'él-dijo,-y diera
dos
p~sos
de aquí á los Cinco Mandamientos,
cómo se reirían mis hermanos!
~
La vanidad se amparó de su alma. -La ser-,
piente dijo en su oído
palabra~
tentadoras,
y
Sildo oyó claramente: «Sube en el caballo del
bien
y
del mal,
y
mo~ta¡'ás
como el Sr. Mor- }
ton, y como él serás gallardo
y
hermoso.~
-
Es difícil detenerse e.n -la pendiente de los
goces. Sildo fué de los Cinco Mandamientos
á
la ladera del Rebenque,
y
del Rebenque atra–
ves~
todo el prado de la 'Pesqueruela,
y
des–
pués un poco más allá
y
siempre más allá.
Cuando quiso detener el caballo no pudo,
y
és–
te emprendió
á
correr, no pareciendo dispuesto
á
parar en media provincia. Celinina
y
Paco
indicaron qua Sildo había corrido hacia la Pes-
--
queruela. Marcharon allá
á
toda prisa MortoQ
.
'
.'
. .. ..
.