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I

GLORIA

283

-

-

Media hora después Morton volvió con Cai-

fás

á

la Contiguera; pero uno

y

otro miraron

á.

todos lados.

¡Oh _ sorpr~sa

de las sorpresas! ,

~i

-

Sildo ni el caballo -estaban alIfe -

y

~uc~dió

que 'Sildo,-al

te~er

las riendas del

generoso 'Qnimal, sintió -en su alma un vivísi–

roo impulso de caballero, es decir

~

-que deseó .

montaríe. En los doce ati08 de su edad;

el

po–

bre chico Ino-había oprimido

lo~

lomos de nin-

;

-

gún caballo.

~

-c¡Si

yo mj Jllontara_en 'él-dijo,-y diera

dos

p~sos

de aquí á los Cinco Mandamientos,

cómo se reirían mis hermanos!

~

La vanidad se amparó de su alma. -La ser-,

piente dijo en su oído

palabra~

tentadoras,

y

Sildo oyó claramente: «Sube en el caballo del

bien

y

del mal,

y

mo~ta¡'ás

como el Sr. Mor- }

ton, y como él serás gallardo

y

hermoso.~

-

Es difícil detenerse e.n -la pendiente de los

goces. Sildo fué de los Cinco Mandamientos

á

la ladera del Rebenque,

y

del Rebenque atra–

ves~

todo el prado de la 'Pesqueruela,

y

des–

pués un poco más allá

y

siempre más allá.

Cuando quiso detener el caballo no pudo,

y

és–

te emprendió

á

correr, no pareciendo dispuesto

á

parar en media provincia. Celinina

y

Paco

indicaron qua Sildo había corrido hacia la Pes-

--

queruela. Marcharon allá

á

toda prisa MortoQ

.

'

.'

. .. ..

.