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PROLOG

O.

XXIII

turaleza añ·ade

á

todos sus velos el velo de las nu–

bes , su dia le interrumpen , se _le . cortan difere·n–

tes observaciones ;

el

sol le ocupa por _la ·m·añana,

~

~

á

mediodia , por la ta:rde ;

y

luego que este as..

tro se· desaparece ,

los demas planetas , las estre–

llas

s~

de~an .: ver para ocuparle con nuevos traba–

jos.

Los Astrónomos suelen repartírselos , pero el

que

los abraza todos es preciso tenga

un

cuerpo

de

bronce ; es preciso

que

el zelo de la ciencia

le

d·espierte

á -

instantes

señalados de la noche

1

; ·.

és

preciso .que este zelo

le

defienda del sueño , si

~-ha

de velar toda

la

noche ; es preciso

que

estas

-·vigilias se repitan si se dedica al trabajo continuo

y

renovado todas· las nochef de las observaciones

de

las

estrellas ;

todo esto lo executa pegado el

_ojo al anteojo , el oido

á

la péndola , en pie ,

ó

el

cuerpo doblado ,

echado muy

á

menudo boca

arriba mirando al zenit ,

á

pesar del frio de las

.no~hes de invierno '

á

pesar de la fatiga del ve–

lar. Esta es ]a vida quasi nocturna de los Astró-

-

-

nomos ; esta fué la vida de Ticho , Hevelio , Fla-

- mstead ·, esta apresuró la pérdida,

y

causó la tem–

prana muer te del Abate La-Caille , de un maes–

tro que _ todavía lloramos ,

y

que

ta ciencia ,

la

virtud

y

la amistad echan todavía menos con no–

sotros. Estas fatigas son mayores en las partes de

Europa donde

la Astronomía ha s.ido

cultivada

con

(