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PROLOG O.

XXV ~

del olvido ;

la naturaleza lo ha

tod~ compensa–

do , la facilidad con la pereza ; la . dificultad con

la obstinacion

y

la eficacia del

ingenio.

El

In–

djo guarda como

un

tesoro las tablas astronómi–

cas construid~1.s en climas menos ásperos ,

pero

no

las rectifica por el cielo al qual piensa poco.

El

Persiano vá

á ·

dormir en aquellas azoteas , don–

de

ia

atmósfera sie!Ilpre, quieta , causa un fres-

. ~o

apacible

y

saludable , donde el cielo con~ida

á

velar con la pur~za de su azul , con la mul–

. ,,

titud de sus ·puntos ~esplandecient,es. Una esfera bri-·

. · llante no

1~

causa:. sin ~mbargo ni di~traccion

n1

desvelo , mientras el Européo ,

especis1,lmente

-e}

·· Europeo del norte ,

lucha con

la inclemencia de

las-

estaci~nes , multiplica los trabajos

y

l~s , cona–

~os

por

un

gozo momentaneo , espía el

instante

_en que se abren las nubes , coge la verda_d

á

hur..

_tadillas ,

y

lee en el libro de la naturaleza

á

hur–

tadillas .del mismo modo que se lee

á

la

luz de los

relái:npagos. ·.

,, ~ntremos en el observatorio ,

ya

es de no–

che ,- síga:mo·s las operaciones del observador , Úni–

tem?s su

silencio. Aquí ··no · d.ebe oirse ma~ que el

débil

ruido de

la péndola ;

no se necesita mas

rnovimien:to que el

-d~

~os

astros . ; se contemplan

m_e..

nudamente las' cosas , se , quiere coger el instan-

-

\

te

pronto

á

escaparse

para

no volver

nunca

ja-

.mas:

'