Discurso IV.
geles bueno.s. En quanto
á
los malos sirven las
1nismas pruebas ; pues es verisimil que todos
fuesen al principio de una misma naturaleza,
distinguiéndolos sol.o el pecado ,
y
su consi–
guiente posterio~ desgracia.
Si
esta no les aña–
dió cuerpo , sin duda se quedaron tan incor–
poreos como antes lo eran.
42
En
efecto, vemos la
multitud de ma–
lignos espíritus , que concurret;i
á
introducirse
en un solo cuerpo. Tenemos en el Evangelio
un
conocido exemplar , que habitaron en un solo
hombre seis mil ,
ó
mas , como luego dirémos;
lo que no siendo incorporeos, no parece posi-
-
ble (
1 ).
Sin · embargo leemos , que la§ cosas
corporeas afectan ,
ó
tienen sus influencias en
los demonios ; lo que no podria acontecer sien~
do ellos incorporeos. Leemos que reciben pla–
cer con la sangre,
y
olor de las víctimas ;
y
de
esto mas difusamente hablarémos quando se tra•
te
de los sacrificios gentílicos (
z
).
Josepho hace
memoria de
un
cierto Judío nombrado Eleazar,
que trahia en un anillo la raiz de una yerba in..
I
dicada por Saloman , la que aplicada
á
las na-
( 1)
Marci cáp-. 5. v.
9.
Lucd! cap.
·8.
v.
30.
,
(
2)
Origines lib.
3.
contra Celsum.
n-