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Al dia sig uiente, un dia excesivamente fri o y casi sin ropas
ni monturas, sin habe r probado absolutamente nada, ig uen
la marcha disp uestos á p elear con q ui e1J se encontra ran.
Como á las 3 de la tarde, descubren sob re la costa de un a rr o–
yo una fu erza como d e cien hombres; sin saber que gente seria
despléganse en g uerrilla enviando dos hombres que la recono –
ciesen.
F elizmente s e encontra ron con compañeros: eran el Coman–
dante Jaime Montoro y los hermanos Antolin y Rufino Alv a rez
que se habian pronunciado e n esos dias p or la revolucion y que
t enian ya ciento cuarenta homb res .
Pidiéro nle estos j efes al Coronel Ferr er que se les incorpo–
rase y manda ra él aquella fu er za; p ero no q uiso aceptar, pues
su idea e ra pasar al Rosan o, como lo ve rificó dos dias despues,
para reunir á sus amig os los colle ros.
Siguieron, pues, la ma r cha en las mismas condiciones en que
venian ,
y
á la noche d el dia sig uiente no faltó n ada para que
fueran s-orprendidos por una fu erte columna en emiga que pasó
casi p or encima de ellos. Rendido"s comp le tamente por las
fatigas de la ma r cha, campa rnn al anochecer dentro de las rui–
nas de una
tapera,
quedándose dormidos profundamente; sin
embar go, á eso d e las dos d e la mañana sintió el Coronel F errer,
entre sueños, un rumor que pa recia se apr oximaba: prestando
a t encion dete nidamente, a rrimando el oido al suelo, como se
acostumbra en el campo, comprendió que e ra gent e y mucha la
que producia aquel ruido . Inmediatamente despertó á t odos sus
compañeros con la mayor s uavi dad , diciéndoles que enfr enaran
los caballos
y
que ma r charan á pié d etrás de él sin hacer ruido
alguno; haciéndolo as í hasta unas ocho ó di ez cuadras de aquel
paraj e, donde ocultos en un bajo, presenciaron á los pocos
momentos el desfil e d el enemigo, por el lado mismo d e la
tapera.
Ll egados al Rosario, despues de un r econocimi ento prévio
p ara asegura rse que no hab ia enemigos en el pueblo, el Coronel
F errer se hizo cargo d e es te, mandando chasques á s us amigos
info rmándolos de su est adía en él.
El primero q ue se le presentó fué el Coronel D. Juan Medina,
qui en, con la generosidad q ue lo caract eriza, abast eció d e reca–
dos, ponchos, b otas
y
otras ropas á todos los esp edi ciona rios.
Al dia sig ui ente se le presen tab an los Comandantes Enereo
Romero
y
Andrés Torres con
var~os
oficiales _é individuos de