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- 217 -

les.

Hasta tal punto llegó la obcecacion del General Batlle,

que no queriendo reconocer su impotencia para vencer

á

la re–

volucion y sin temor

á

los conflictos que pudieran echár sele

encima de su Gobierno, jamás hubiese aceptado la paz, y aun

así, esperó la terminacion de su mandato para entrar en nego –

ciaciones mas ó menos aceptables, siendo necesario que bajara

de la presidencia para realizarse difinitivamente .

Hay otro hecho tambien en estos antecedente de pacifica–

cion que honra a ltamente á los revolucionarios del 70.

Nos referimos á la propuesta que el General Osorio hí –

zole al General Aparicio en Mansevillagra despues de haber

fracasado por completo sus gestiones conciliatorias, propuesta

que, como se verá oportunamente, si bien aseguraba el éxito

inmediato á la revolucion, arrojábale tambien una mancha

indeleble al partido Nacional.

El General Aparicio, como todos l os jefes que lo rodea–

ban en esa ocasion, procedieron con acendrado patriotismo,

rechazando

in límine

tan vergonzosa proposicion.

El pueblo oriental, segun veremos mas adelante, tomó tam–

bien una participacion muy activa en l os arreglos de paz,

y

no faltaron, por último, ciudadanos bien intencionados de

uno y otro partido que abogaran por ella decididamente, en

la prensa y entre sus amigos, pudiéndose citar entre otros

á

los S r es . Juan José Herrera, José Pedro y Cárlos Maria

Ramirez, Agustín de V edia, Hector Varela, Juan Ramon Go–

mez, José Pedro Varela, Lucas Moreno, Belisario Estomba

y

Gabriel Palomeque.

Veamos ahora como s e sucedieron todas estas tentativas de

pacificacion, y por último la paz de Abril, cuyo relato haremos

por el órden de las fechas en que tuvieron lugar.

La primera tentativa de paz surgió del General Aparicio,

provocada por su carta de Diciembre 13 de 1870, que ya cono–

cemos, pues la h emos insertado en el capítulo titulado (Sitio de

Montevideo, » conjuntamente con los detalles

á

que dió lugar

su discusion y el fraca s o que obtuvo por parte del Gobierno, el

que no se dignó siquiera, ni por me ro deber de cortesía, con–

testar

á

aquel documento.

Ya sabemos tambien la polémica que suscitó esta carta entre

los Dres. Herrera y Ramirez y el Coronel Estomba, polémica

que produjo mucho bien en la opinion pública, que se hizo fa–

vorable á la paz, y dió lugar

á

que se hicieran públicas otras