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Ocultos bajo los espesos · árboles de la costa donde habían
pasado el día, esperaban el momento oportuno para áuzar el
caudaloso río, prestando vigilante oído á los rumor es que el
viento llevaba desde el t erritorio oriental, del que los separaban
pocas cuadras.
El Uruguay sobre cuya márgen derecha se encontraban, es–
tendia ante la vista de los revolucionarios los dilatados montes,
que á manera de franjas, bordan sus orillas, destacándose ma–
gestuoso en el centro el blanco reflejo de las aguas, que corrían
tranquilas y silenciosas, hasta perderse en el recodo cercano,
sin producir mas
ruido que el escaso murmullo de las peque–
ñas olas al quebrarse suavemente sobre la rojiza arena de la
playa.
En ambos lados del caudaloso río, esto es, de la parte de
Entre-Ríos y de la parte de la República Oriental, distinguiéndo–
se de este lado sus elevadas colinas hasta una gran distancia,
no se notaba el mas pequeño movimiento, todo era quietud y
silencio, como si los séres vivientes que poblaban aquellos pin–
torescos parages se hubieran puesto d e acuerdo para no turbar
con ningun ruido la solemne magestad de aquel cuadro g ran–
dioso, en la soledad y el misterio de aquella apasible noche
de Otoño.
La una de la mañana seria, cuando se destacó de la costa
Entre-Riana un bote en que
iban seis hombr es, que desem–
barcaron en el t erritorio Oriental, esplorando á derecha é iz–
quierda un trecho bastante grande de terreno y volvieron
despues al paraje en que había atracado la embarcacion.
Regresó ésta al punto de partida y como á la media hora, no
uno sino dos botes, ·cargados de gente, cruzaban el tranquilo
rio, dejando en el suelo pátrio al General Aparicio y sus
compañeros de invasion.
Los primeros que desembarcaron fueron el Coronel Rada y
el Comandante Velez con cuatro soldados que pasaron á ex–
plorar la costa, para asegurar el desembarco d el resto de la
gente, precaucion indispensable en es tas espediciones. Se habia
convenido que en caso de haber peligro, los esplorador es dispa–
raran un tiro'.al aire, para venir en su auxilio los que quedaban
en la orilla opuesta ó que mandarían el bote como se hizo, en
caso de que no ocurriera novedad.
Quedaba desde ese momento iniciada la invasion, cuyo pasa–
ge
tuvo lugar por el paraje denominado Rincon de Mendoza,