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de la tropa se formará un consejo de las personas mas respeta–

bles del Partido Nacional para dirigir los destinos d e la g uerra»,

existe en apoyo de nuestro aserto el hecho notorio que tuvo

lugar en el mismo dia de la batalla de Severino al juntarse

los dos generales, encontrándose rodeados de varios gefes y

los ayudantes de ambos:

General,

dijo Aparicio á Medina, mos–

trándole al enemigo,

mande Vd. nuestro ejército

y

la batalla,

cuyo ofrecimiento se r ehusó generosa y terminantemente á acep–

tar el General Medina.

Si despues se trabaj ó ó no en el ejército para quitarle el

mando, no entraremos aqui á escudriñarlo, pero sí podemos afir–

mar que jamás se apersonó nadie p ara pedir al General Apa–

ricio que entregase á otro J efe la direccion de la guerra.

Y sobr e todo ¿porqué se le habiade quitar el mando? ¿Porque

no supo sacar bastante fruto de los triunfos d e Severino y Co–

rralito? ¿Porque dicen se le dieron consejos que él no creyó con–

veniente seguir antes de poner sitio á Montevideo y en las ba–

tallas del Sauce y !Vtanantiales?

A su tiempo hemos de demostrar que suprimiendo lo falso y

exagerado que hay en estas imputaciones, lo demás es d eb i–

do únicamente á su excesiva confianza, que si bien no conviene

tenerla con el enemigo, acusa sin embargo grandeza de co–

razon en el que la siente.

Aún admitiendo que fuesen fundados esos cargos, ¿quien,

como el General Aparicio, supo conquistar el honor d e mandar

el Partido 'Nacional?

·

Como valiente y patriota, tenia títulos sobrados para figurar

en primera línea y como conocedor dé nuestra campaña y

práctico en la guerra de r ecursos nadie tampoco estaba por

encima de él.

Con todas estas condiciones, no muy vulgares hacen veinte

años , se abrió paso por entre el enemigo, luchando con denue–

do y encarando con serenidad los peligros; asi fué conquistando,

dia á dia, á fuerza de hazañas, el der echo de conducir á s us

correligionarios.

Y si como militar, para di poner grande batallas, no podrá

ser considerado un génio, no dejaba tampoco de poseer al–

g unos conocimientos prácticos, que envidiarán sin duda al–

g unos de los generales y gefes que hoy tenemos y que, muchos

de ellos, están por ver todavía el primer disparo de un cañon

en el campo de batalla.