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Era el Partido Nacional una comunidad de grande y glorio–
sas tradiciones. Su filiacion histórica empieza desde los prime–
ros tiempos de la independencia y la mayor parte de los Treinta
y Tres formando en las filas nacionalistas, le. imprimieron un
carácter eminentemente patriótico que ha sabido conservar
siempre
á
través del tiempo y
tl e
os acontecimientos adversos
ó favorables.
Como administrador, r ealizó en el gobierno los ideales de
moral y honradez completa, inició una política liberal é hizo
adelantar sensiblemente el país, velando cuidadosamente por
su crédito
é
impulsándolo por el camino del progreso.
Bien se comprende, sentados estos antecedentes, que contára
en sus filas numerosos y distinguidos ciudadanos y que éstos
no se resignasen
á
vivir en la espatriacion, tolerando inactivos
un gobierno intransigente que atropellaba por igual, las garan–
tías y los derechos personales, del mismo modo que los altos in–
tereses públicos.
Perdida, pues, toda esperanza de volver al país para vivir
tranquilos y respetado , no quedaba á los nacionalistas mas so–
luciorr que una nueva guerra, consecuencia natural de los
errores del partido dominante.
A esta causa mas que
á
ninguna otra, debe atribuirse el
estraordinario vuelo que tomó rápidamente el movimiento revo–
lucionario.
e había posesionado de todos los espíritus la
fundada reencia de que ése era el único recur o que quedaba
al partido migrado y todos lo aceptaban con entusiasmo, deci–
didos á jugar en un e fu erzo upremo, vidas y fortuna , para
reconqui tar cuando menos el derecho de permanecer en el
territorio de la patria, acatando la ley pero siendo respetados
por los hombre del Gobierno.
i su esfuerzos ran coronados por el triunfo, se iniciaría un
órden de co as ma correcto y mas r egular y si sucedia lo
contrario, no erian de todo punto estérile los sacrificios hechos,
qu daría uando menos un alto ejemplo de valor cívico y de
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ion en que e in pirarian la generaciones nuevas. Así
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