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entrerrianos y orie ntales que habian servido en Entre Rios
con la r evolucion d e L opez Jordan, y que v encida en el
mes d e Mayo, obligó á emigr ar á este General con varios jefes
y tropa para la República Oriental, de donde pasó al Brasil pre–
firiendo algunos de l os q u e lo acompañaban quedarse sirviendo
en el ejército r evolucionario oriental, uno d e los c ual e como
ya lo hemos dicho e n otros capítulos, fué el General Campos,
entrerriano.
Las marchas del ejército se concret aban entónces por muchos
dias á simples cambios d e campamento, aburriéndose la gente
otra vez enormemente como en las famosas Tarariras, sin em–
bargo de que se conformaban y hasta estaban alegres, porque se
creia qu e d e un momento á otro se libraria una batalla.
Y nuestros abnegados paisanos apesar d e hall a rse mas po–
bres que pordioseros, t ener sus familias abandonadas y no
verle fin ·ála guerra, nunca se ma nifes taban tris tes. Mer ecia
verlos en las mar chas, cuando se permitian
boleadas,
correr
a legr es y jug uet ones e n s us briosos corceles, bol eando avez–
truces y potros, ó corriéndose los unos á otros
y
cruzando sus
lanzas imitando las terribles derrotas ó las tremendas cargas
d e caballeria. Otras veces, cuando no se permitía salir á nadie
de la formacion, y mar ch aba el ejército con:fl anqueadores, ya
fu era porque el enemigo lo persiguiera, ya fu e ra porque se que–
ría evitar q ue nadie diera noticias de la marcha en los establ eci–
mientos donde pasaban entonces se divertian arrojándose cuanto
e ncontraban á su paso ó cantando décimas, ó contándose cuen–
tos fantásticos, ó divertiéndose· á costa de algun pobre infante
ó
niatiwrango
que se separaba de sus fila s y cruzaba por las
columnas de caballeria.
En uno de estos días t ambien se racionó al ej ército.y se le die–
ron pomposamente el nombre de vestuarios á algunas pobres y
. escasas piezas de ropa. L a racion general fué una cuarta de
tabaco, medi a libra de yerba mat e y una camisa y unos calzonci–
llos de lienzo . Pocos fueron los qu e consiguieron a lg un poncho ó
chiripá ó unas bombachas. Botas ó ponchos de paño casi nadie
pudo atrapar: es verdad tambien que esto hubiera sido d ema–
siado luj o para los revolucionarios, cuyo calzado habitual era
la
bota
de
potro pelitda
en el invierno y sin
pelo
en el verano,
Y
que muchos tenían por poncho un c uero d e carnero: ¡Y que
frío s en invierno y que rayos d e sol en verano!
Estando las fuerzas revolucionarias en Mercedes, sucedió