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Abril y la compañia de Steffanelli y de un escuadron de caba–
llería, llevando consigo municiones, armas y vestuarios. El jefe
de la espedicion era el bravo Coronel Pagola, y su plan pri–
mero era desembarcar en el puerto de Maldonado, en la creen–
cia de que Suarez dominaba aquella zona pero cambió de
opinion al tener conocimiento que los revolucionarios lo habían
encerrado en las sierras de Minas, resolviendo entonces hacer–
lo por el puerto del Ingles, que queda mas próximo á las men–
cionadas sierras.
Pero con tanta rapidez y acierto procedió el General Muniz,
que no se animaron
á
desembarcar los espedicionarios, no
obstante haber intentado hacerlo guerrillándose breves mo·
mentos con los revolucionarios; concluyendo al fin por retirar–
se y regresar á Montevideo sin realizar la operacion que pro–
yectaban.
Todo el día 22 conserváronse los dos ejércitos en sus mismas
posiciones, sin animarse el General Suarez
á
avanzar ni poder
retirarse por la retaguardia, y sin poder atacar ni pensar en
ello, el ejército revolucionario; no ocurriendo otras novedades
por ambas partes que pequeñas guerrillas en que se hicieron
mútuamente algunos muertos y heridos.
Todo inducia
á
creer que las cosas continuarian en este es–
tado hasta que Suarez no tuvies e mas remedio que capitu–
lar; pero
á
la noche cambió completamente de aspecto la si–
tuacíon, evadiéndose con pertrechos y bagages todo el ejército
sitiado, de la manera mas inusitada, sin forzar las líneas y no
encontrando mas que una débil resistencia, porque apenas se
hizo sentir al practicar su movimiento de retirada.
Es verdad que la línea de los revolucionarios se había debi–
litado algo, particularmente por el costado izquierdo por donde
escapó el enemigo, debido al envio de las fuerzas á la costa de
Maldonado, y que esta circunstancia, como se demuestra en
las dos cartas y dos partes oficiales de Suarez que publicamos
mas adelante, fu é lo que éste tuvo en vista para llevará cabo
su audaz empr esa; pero como quiera que sea, preciso es reco–
nocer que hubo una indolencia y un abandono completo por
parte del General Aparicio en la consumacion de este hecho, y
que si no hubi era
sido
por su excesiva confianza, que tan fatal
fu é siempre para la revolucion del 70, jamás lo hubiera r ealiza–
do su enemigo, pues no obstante las seguridades de que hace
alarde en los documentos referidos, la revolucion contaba toda-