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do Mayor General á todos los cuerpos en serv1c10 y á los que

estaban francos, de reconcentrarse sobre la línea inmediata–

mente que anocheciera, con todos sus pertrechos y bagajes.

Muchos, al recibir esta órden, pusieron en duda la aproxima–

cion de Suarez, creyendo que fu era una estratagema para en–

gañar al enemigo,

y

que de lo que se trataba realmente, era de

llevar el ataque á la plaza, tantas veces anunciado y deseado

con entusiasmo por todos.

Pero una vez reconcentradas en órden de ataque todas las

fuerzas sitiadoras sobre las trincheras enemigas, y á eso de las

8 de la noche, recibióse contra órden de marcha hácia la villa

de la Union; y así como la órden primera, fué recibida con júbilo

indescriptible, la contra órden se recibió con un desaliento in–

menso por los cuerpos, pues entonces se disiparon completa–

mente las esperanzas que se habían albergado en la creencia de

que se habia resuelto llevar el ataque sério á la plaza.

El Gobierno, que sin demostraciones bélicas de ninguna es–

pecie lo había esperado tambien, revivió parece al notar

esta evolucion contraria y empezó, recien entonces, á cañonear

á los revolucionarios por la retaguardia; pero estos sin preocu–

parse continuaron su marcha tranquilam·ente, pasando por la

Union, hasta llegar

á

Toledo, donde ·camparon esa noche sin

ninguna otra novedad.

¡Que sorpresa y afticcion produjo esta retirada inesperada á

las numerosas y distinguidas familias que se encontraban resi–

diendo en la Union desde el principio del sitio y que esperaban

entusiasmadas la entrada triunfal de los nacionalistas á la capital

de la República! ¡Que despedidas mas enternecedoras! Cuan–

tos abrazos y cuantas lágrimas se derramaron en aquella no–

che inolvidable! Hubo muchas personas que no se resignaron

á quedar abandonadas segun ellas, y siguiernn en carruaje al

ejército por varios días, siendo inmenso el desaliento y disgus–

to que produjo la marcha entre aquellas familias cuya suerte

dependía del éxito de la revolucion.

El mismo día de la retirada de la Union, embarcáronse para

Buenos Aires los señores Federico Nin Reyes, Juan José Her–

rera, Cárlos Ambrosio Lerena y otros amigos, con el propósito

de trabajar desde allá por la causa nacionalista.

Los dias

17, 18

y

19

camiñaron constantemente los revolucio–

narios, aunque en marchas lentas y parándose á cada momento

á causa de los muchos heridos que conducían; campando la