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Alli
fueron cargados y se hizo otro hecho de armas en que hubo sensi–
bles pérdidas de ambas partes.
" El enemigo nuevamente batido, se refugió á la isla de Lobos, donde fué
.nuevamente atacado el
1
º
y obligado
á
embarcar sus restos deshechos bajo el
fuego, de nuestra fusileria. ,
,; Es criminal la conducta observada en esta fuga por la gente de Caraballo.
Los compañeros · heridos han sido abandonados inhumanamente. Los que
tenian en la isla murieron quemados por sus mismos compañeros que no se
cuidaron de salvarlos antes de incendiar el monte.
" Los heridos enemig9s que han caído en nuestro poder, son tratados con
el mayor esmero y abnegacion.
" El Dr. Bond les dispensa los socorros de su ciencia, y hay hombres
encargados especialmente de su cuidado y asistencia. Los pns10neros que
tenemos, se felicita·n de
e~tar
entre nosotros, por que asi se han visto libres
de muchos trabajos y penurias.
" El resultado · de esta
jo~nada
ha sido quedar totalmente deshecho el ejér–
cito de Caraballo.
" Todas las caballadas, carretas, bagajes, parque, etc., etc., han quedado en
nuestro poder. Nos falta solamente los cañones que han tirado á una laguna.
" Esta es la verdad exacta de lo que ha pasado.
" Es sensible
q~e
haya sido preciso derramar mas sangre despues del
triunfo de Corralito; caiga ella sobre la responsabilidad de los que no han
querido aceptar el abrazo fraternal y generoso que les ofrecimos despues del
triunfo.
"Su amigo-
Bernabé Rivera..
Poco-
ó
nada hay que agregar á la carta del Sr. Rivera,
que es la verdad de todo lo sucedido, y si algo agregamos es
únicamente con la idea de ampliar algunos de sus datos y para
rebatir, con los mismos escritos contrarios, las inexactitudes que
tanto el General Caraballo como [algunos de sus subalternos
tuvieron la audacia de estampar en documentos públicos, dán–
dose triunfos y vivezas donde solo hubo derrotas y felonias.
Sobre lo último, nos limitamos á trascribir un artículo de
El Siglo,
diario situacionista y que, como muchos de sus amigos
en Montevideo, creyeron en el primer momento que eran cier–
tos los triunfos que
aq~ellos señore~
se apropiaban falsamente.
Y para mayor abundamiento
y
compliendo nuestro deber de
fieles cronistas, reproducimos tambien despues del artículo ci–
tado, varios párrafos de otra correspondencia en que se pre–
tende, dice, culpar al General Caraballo y que narra los sucesos
despues de Corralito: ·