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134 -

Alli

fueron cargados y se hizo otro hecho de armas en que hubo sensi–

bles pérdidas de ambas partes.

" El enemigo nuevamente batido, se refugió á la isla de Lobos, donde fué

.nuevamente atacado el

1

º

y obligado

á

embarcar sus restos deshechos bajo el

fuego, de nuestra fusileria. ,

,; Es criminal la conducta observada en esta fuga por la gente de Caraballo.

Los compañeros · heridos han sido abandonados inhumanamente. Los que

tenian en la isla murieron quemados por sus mismos compañeros que no se

cuidaron de salvarlos antes de incendiar el monte.

" Los heridos enemig9s que han caído en nuestro poder, son tratados con

el mayor esmero y abnegacion.

" El Dr. Bond les dispensa los socorros de su ciencia, y hay hombres

encargados especialmente de su cuidado y asistencia. Los pns10neros que

tenemos, se felicita·n de

e~tar

entre nosotros, por que asi se han visto libres

de muchos trabajos y penurias.

" El resultado · de esta

jo~nada

ha sido quedar totalmente deshecho el ejér–

cito de Caraballo.

" Todas las caballadas, carretas, bagajes, parque, etc., etc., han quedado en

nuestro poder. Nos falta solamente los cañones que han tirado á una laguna.

" Esta es la verdad exacta de lo que ha pasado.

" Es sensible

q~e

haya sido preciso derramar mas sangre despues del

triunfo de Corralito; caiga ella sobre la responsabilidad de los que no han

querido aceptar el abrazo fraternal y generoso que les ofrecimos despues del

triunfo.

"Su amigo-

Bernabé Rivera..

Poco-

ó

nada hay que agregar á la carta del Sr. Rivera,

que es la verdad de todo lo sucedido, y si algo agregamos es

únicamente con la idea de ampliar algunos de sus datos y para

rebatir, con los mismos escritos contrarios, las inexactitudes que

tanto el General Caraballo como [algunos de sus subalternos

tuvieron la audacia de estampar en documentos públicos, dán–

dose triunfos y vivezas donde solo hubo derrotas y felonias.

Sobre lo último, nos limitamos á trascribir un artículo de

El Siglo,

diario situacionista y que, como muchos de sus amigos

en Montevideo, creyeron en el primer momento que eran cier–

tos los triunfos que

aq~ellos señore~

se apropiaban falsamente.

Y para mayor abundamiento

y

compliendo nuestro deber de

fieles cronistas, reproducimos tambien despues del artículo ci–

tado, varios párrafos de otra correspondencia en que se pre–

tende, dice, culpar al General Caraballo y que narra los sucesos

despues de Corralito: ·