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heridas el cuerpo y haciéndole gracia de la vida el vencedor,
en tanto que él, ni un solo golpe pudo asestará su contrario .....
Desde entonces, implacable ódio cobró á ese hombre y á la co–
lectividad á que pertenecía.
Y ahora otra vez le perdonaba generosamente, á
él, el
asesino de prisioneros indefensos en Paysandú, en la Florida,
en todas partes donde un enemigo se habia colocado al alcan–
ce de su afilado puñal. ¡Pero de que modo! como quien per–
dona á un pobre diablo, asi, de una manera compasiva y exi–
giéndole todavia que no se inmiscuya en nada, es decir, que no
pueda saciar la sed d e venganza en que se consume.
Nada le importa el quebrantar su palabra empeñad a con los
invasores, reune unos cuantos homb r es y despues de arreglar
sus asuntos del establecimiento, marcha apresurado á Montevi–
deo á ofrecer sus servicios al Presidente Batlle, con quie n pa–
rece no mantenia entonces muy buenas r elacion es .
En el trayecto entre la Florida
y
la capital, tuvo un pequeño
encuentro con los Comandantes Esquivel
é
lbarra,rque se habian
pronunciado en esos dias á favor d e la r evolucion y !andaban
haciendo reuniones por los montes de Santa Lucia Chico ; en
cuyo encuentro, pretendiendo los mencionados jefes traerle una
carga al General Suarez, hizo éste echar pié á tierra á su gente,
r etirándose aquellos despues de unas lijeras escaramuzas; y
pasando Suarez el siguiente parte:
Agosto r r de 1870.
«
E xmo. Sr. Mini'stro de Guerra
y
lllfarina, General D on J osé A . Possolo .
»
Me es grato comunicar á V. E., que hoy á las
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de la
tarde viniendo
en marcha en direccion á Canelones, me encontré á poco mas de tres leguas
del pueblo de la F lorida, con una fuerza enemiga como de 80
y
tantos hom–
bres. Aunque
la
que me escoltaba apenas alcanzaba á la mitad, no crei hon–
roso esquivar el combate.
»
En tal concepto varié de direccion sobre nuestro flanco izquierdo á fin de
apoyarme sobre el arroyito de Mendoza, que aunque débil y sin monte algu–
no, era un pequeño obstáculo para evitar una carga rápida del enemigo.
»
Hice echar pié á tierra y en esa actitud hice romper
el
fuego sobre el
enemigo que nos había circulado.
»
Eso bastó para contenerlo y desbaratar sus planes de ataque.
»
Los enemigos tuvieron dos caballos muertos y dos hombres heridos, en–
tre ellos un oficial que dejó en nuestro poder el sombrero con la divisa bor–
dada que le adjunto.
»
Aunque el triunfo ha sido sumamente pequeño, él sirve, señor Ministro,