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" Dicen que dentro de un mi!s estará todo concluido; lo que es para echar
bolas
no se quedan atrás.
" Muchos oficiales colorados andaban con divisa blanca (para salvarse).
" Se calcula en 40 el número de muertos
y
heridos. "
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Amanecia el dia 20 de Setiembre de 1870. Las tinieblas de la
noche empezaban
á
disiparse con la aparicion de la aurora
anunciando el astro rey.
Por todas partes se saludaba el nuevo dia con demostraciones
de contento. Los pajaritos, ocultos en las espesuras de los
bosques, entonaban sus armoniosos cantos; las aromas de los
espinillos y de otras plantas olorosas, saturaban la atmósfera
de suave y delicada fragancia. En las estancias se oia el ma–
gestuoso canto del gallo madrugador, y el relincho de los potros
acompañado del balido de las ovejas y del mujido de las vacas,
parecian pedir las sacasen de su encierro para salir
á
reto–
zar en el campo. En el pueblo inmediato empezaban
á
abrir
las casas de negocio y salian á la calle la mayor parte de sus
habitantes para entregarse á sus ocupaciones diarias.
Sin embargo de esta uniformidad de alegria por todas partes
algo anormal y extraordinario pasaba en el pueblo de Dolores
y sus alrededores, en cuyo paraje nos encontramos. Apesa,r del
contento y tranquilidad aparentes se notaba cierto malestar,
algo así como la aproximacion de una catástrofe, que cualquier
observador hubiera visto reflejarse en el semblante de todos
los habitantes de esa bella zona de la República Oriental, y aun
hasta en la atmósfera impregnada siempre, al parecer, de los
sentimientos que animan á esta pobre humanidad.
Y en efecto, algo muy grave sucedia inmediato á la poblacion,
que traia desazonadas á sus tranquilos moradores.
La tarde del dia anterior, próximo al pueblo y dentro de un
alambrado, habia campado una pequeña fuerza revolucionaria
al mando del· Coronel D. Juan Pedro Salvañach, y se sabia
positivamente que numerosas fuerzas del gobierno merodeaban
por aquellos lugares, suponiéndose, con bastante fundamento,
que no seria difícil un choque entre ambas, de un momento
á otro. ·
En nuestra agitada vida política no eran ni son de estrañar–
se estas sensaciones en los habitantes de la República. Pero la
razon es óbvia; como creemos sucederá en cualquier parte del