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LOS CRONISTAS DEL PERU

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te

nuf;lstro pasado y conocer así nuestra realidad nacional pretérita, cuya pro–

yección llega hasta lo· actual. ·Así, nuestra historia, aunque no en forma ab–

soluta, comienza con la llegada de .la. escritura al Perú, o por lo menos

at

la

América; de esta 'maneJ;a, la historia sensu stricto, sin discusión, nacá desde

la conquista, pero nunca por ver la historia amerJcana con ojos extranjeros,

o sea desde -afuera, sino tan sólo por el

infonne sequro

que de los hechos

tenemos desde esta ·época,

porqu~

de tiempo atraás, por desgracia, nos lle–

gan sólo datos fragmentarios. Lo prehispáni90 se presta para una división

muy delicada entre historia y prehistoria, campo no deHmitado concretamente

y que puede acrecentarse en forma histórica a medida que los estudios e in–

vestigaciones empujan su línea divisoria. Por ejemplo, lo histórico es CIU¡e

eXistió en el territorio hoy llamado Perú y sus anexos, un imperio construo–

tivo y .civilizaqor autóctono, sin rival en América, con excepción de Méjico,

con una organización única en el mundo; esto en términos generales, pero '

en cuanto a discurrir de este imperio, llamado Tawantinsuyo, en el tiempo, sólo

llegamos a delimitar que sus últimos incas son históricos, -Wayná Kcapaj,

Huáscar-, quedando quizás lo protohistórico desde el gobierno de ·Pacha–

gutej; empero, detrás de este último Inca queda la prehistoria, como dominio ,

cil."Vs~uto,

hasta su génesis, con las leyendas sobre la fundación del gran

Kossko, y algo sobre la procedencia de loo tribus preincás ,llegando retros–

pe:::tivamente en nuestra cronología a las civilizaciones de la costa

y

el

Ti~wanaku a los domiinos casi exclusivos de la arqueología.

En la prehistoria · incaica tenemos como elementos supervivientes consti–

tutivos las lenguas kechua

y

aymara; las costumbres y las instituciones

so–

ciales, como él ayllu, los residuos de su religión 'confundidos con el rito ca–

tólico y el elemento humano, como testigo de la, especie.

De las civilizaciones del Titiqaca y del litoral tenemos los monumentos

para. la ciencia arqueológica, como la portada del Sol, el akapana y el puma–

punku del Tiawanaku; la riquísima plástica de Chan-Chan o los

finís~mos

y

adii}.irablemente matizados tejidos de Parakas, que no parecen fuentes muer–

tas sino vivas, hablándonos c_on muda elocuencia de, los forjadores de una

civiliza-ción y cultura ejemplares.

Si se habla del Imperio del Cusco como de una cultura histórica. lo debe–

mos en un

90

por· ciento a la labor de los Cronistas que se ocuparon del Perú.

Podemos decir que, con .ellos; la Historia,de América no comienza desde, Co–

lón, como historiadores extranjerizantes o antia,mericanos dijeron aÍguna vez,

sino con el primer in,dio que plantara su cetro de oro en Wanak:auri, junto al

Cusco o de otro que lo hiciera en una región cualquiera de nuestro conti–

nente. Y fundamentar esta

actitud~

he aquí el por qué de este

tr~bajo.