JOSE MEJIA VALER.A
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pr imero sierva y después esposa. (
41) .
He aquí el motivo de
la ambición desmedida de poseer mujeres, porque, de lo
que aparece en lo dicho, la compra de mujeres significaba un
lnayor aprovechamiento exhaustivo de los bienes trabajables.
Esta misma condición de subordinada por un acto con–
tractual hizo que, como ya había aparecido desde antes , estu–
viera vedado a la mujer casada tener t,rato sexual con otro
hombre que no f uera su marido, concepción patrimonial que
lamente puede ser comprendida a la luz de una interpre–
tación integral de la vida toda, en las sociedades peruanas
pre- co!ombinas . La virginidad, como he afirmado en otro
lugar, no tuvo el atractivo necesario para hacer que el varón
anhelara casarse con doncellas y, por otra parte, las orgías
con epílogo sexual indican cuán indiferente era ,la fornica–
ci
' n ocasional. E l Adulterio, en cambio, constituyó una cau–
sal de repudio por.que se consideraba como un atentado con–
tra la exclusividad de la propiedad que se había adquirido
n1ediante la compra. No se podia tolerar que una mujer, a
despecho de pertenecer al patrimqnio de su marido, introdu–
jese no solamente la práctica de burlar el esfuerzo del precio,
~ ino,
a
demás, que atentase contra la costumbre, promulgada
por el
derec.hopaterno, que había desterrado para siempre la
libertad sexual de la mujer casada debido precisamente a su
. incorporación dentro oel patrimonio del hombre lo cual, an–
te el espíritu de sociedad, facultaba al poseedor y propieta–
rio para sancionar la falta, aún con la aplicación de la máxi-
1na pena, tolerando así el conyugicidio originado por los mó-
(
4 1) Cieza de León.
-Crónica General, Oh . cit . , Cap . XL:
••(Quito) t odos estos indios son dados a la labor porque son
grandes labradores aunque en algunas provincias son dife–
rentes de las otras naciones,
como diré cuando pasase por