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el zorro, se hizo girone5 que a–
cabaron por perderse camino de
Kuntisuyu hacia el mar .
Por primera vez Huaina Ká–
pac se creyó estar ebrio. Uamó
a Kuya!:ka i le encargó un poe–
ma que guardara
perpetua me–
moria de todo lo acaecido.
-No olvides
entre quienes
cayó el águila,-
terminó
Sapan
lnka.
-No, Apu,- dijo Kuyaska.–
Pediré a
M~a
Killa la ispira–
ción, i he
de darte
un poema
digno de tí.
Huaina Kápac le despidió
con ligero ademán, i Kuyaska se
infiltró entre las
ñ"l;lstas que a–
maban sobremanera al lirida.
Limpio el cielo, reanudó su
alegría la Tierra.
Al finalizar el drama.fueron
pasando
de
nuevo las danzas,
que se esmeraban ahora por de–
volver la alegría al ánimo del Mo
narca,quien, sin embargo,apenas
se había inmutado con tan terrl–
bles señales,
i
ahora hacía a su
pueblo
la merced de una dulce
sonnsa.
El
pueblo,con la veleidad
que da la bebida,hizo
el
gesto de
olvidar la pesadilla de1 día,i
~.e
entregó a la alegría,por más que
la mui presumida tuviera un lige–
ro sabor de amargura,que endul–
zaba i hacía dichosa la sonrisa de
1
'3apan lnka.
La sonrisa del
grande hizo
siempre la alegría de los peque-
ños ..... .
La algarabía se hizo mos–
truosa. Rif-as, gritos, cantos, mú–
sicas, imprecaciones de triunfo!
• . . . . . . La sora se había aden-
•
tr<
1
'"1
prn fundamente,
i
el ono–
matopéico Runa
SimC iba tor–
nándose estropajm·.o.
Hasta el pueblo
que con–
templaba desde los cerros aquel
inudt.ado
espectáculo,
llegaba
aquel vocerío como un murmu–
llo mostruoso,
r;ga'1te,
que se
perdía en las lejanas montañas.
como un
~ordo
eco de
trqeno
remoto.
1\/írkai que
veía
por vez
-;eg-unda aquella fiesta extraordi–
naria, exclamó:
-No hai nada más grande
en la Tierra
q{¡e
el
lntip Raí–
.,
m1 ...... .
. Nadie
d~.pegaba
los ojos de
la Ciudad inmortal.
No quería
perderte un detalle de la fiesta
sagrada: la inmensa
plaza era
un imán para los ojos i corazo–
nes de
aquella multitud reve–
rente.
1
Rauraymana,
en
cuclillas.
con la barba en la mano, pare–
cía una estatua.
Kispi. a pesar de su amor
alocado, la miraba de tarde en
tarde.
-¿No te
cansas, 'hermana?
. . . . . . Siéntate
en esta
pie–
dra,-
le dijo colocando una pie–
dra cuadrada junto
a su ama–
da.
Ella
se sentó maquinalmen-
te, '<iiciendo:
,
-lntip Raimi es más grande
i más bello que mi esperanza ...
l
continuó en
~u
actitud de
e.,tatua animada.
Así mientras en
ta i en Kusipata, la
recía próxima
a(
la
multitud gigantesca
Aukaypa–
alegría pa–
locura, 'la
contempla-
;