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De repente se
le
VlO
vemr
velozmente hacia tierra.
Cayó con las
alas abiertas
entre Huáskar
i
Ata~
Hualpa,
causando profundo estupor entre
toda la multitud.
Gritos de espanto; murm'\–
llos;
pre~agios
sombríos, se le–
vantaron por todos los ámbitos.
-¡Oh, lntil ..... ¡Oh, lntil
.... -, decían las voces.
-!Uíracocha
1:
¿qué
dice
este signo! ..... .
-Nunca se
ha visto
seme–
jante cosa.- decían ótros.
Pero entre un grupo de an–
cianos lnkas se comentaba:
-Bien muere lnka Huáskar,
o bien lnka Atau Hualpa.
-0
quién
sabe los
dosl,–
exclamó Uillka Huaman.
En Kusipata los augurios to–
maban un tinte más negro.
-Y
a ves, Inka Paullu,- de–
dale lnka Huaira. . . . La sora
tenía la miel
i
la
hiel de ]'a u–
yucha.
-La desgracia ha de envol–
vernos a todos,- dijo lnka Pau-
llu, con cierto misterio ..... .
Huaina Kápac hizo una se–
ña, i
el
Uíllac Urna
se acercó
entre costernado
i
austero.
-Uíllac Urna,-
le
dijo el
Monarca:- averigua
qué presa–
gio nos trae este signo.
El Gran Sacerdote llamó a
sus uilkas (hombres tocados por
lnti) ; hizo
traer una
huanaku
macho~ra
i procedió al sacrificio
junto a
la columna sagrada.
La multitud temerosa con–
templó el sacrificio
en el más
profundo r.ilencio.
La huanaku mugió m1en-
tras el Sacerdote
le arrancó el
corazón diestramente.
Uillac Urna
exammo
con
extrema curiosidad
las entrañas
del animal, las que luego entre–
gó a
~ampágic
i a
lnti Kápac
Amauta, ios
uílkas más gran–
des de todo el Imperio, los que
a su vez las examinaron con de–
tención misteriosa,
pasándolas
luego a los
huátuk
o adivinos
menores.
Todos
fruncieron
el ceño
al hacer por su parte el examen.
Era oeguro que el Sol no estaba
contento, i del
augurio
se
des–
prendía algo fatal para sus Hi–
jos. Rodearon al Uíllac Urna i
hablaron muy bajo i con
mur.homisterio.
El
Uíllac Urna
se acercó
luego a,l Monarca,
seguido de
cuatro uíllacs, i le dijq entre so–
lemne i entrictecido:
-Sapan lnka: el presagio es
funesto para nosotros i para to–
do el Imperio. Los halcone9 son
séres extraños que han de aba–
tirnos. . . . . Pero si el águila lle··
gara a vivir, el augurio fatal no
se llegaría a cumplir. La entre–
garemos
al cuidado de
los A–
'mautas.
El Emperador se cruzó de
brazos por un istante, i luego ex–
clamó:
-Uíllac Urna;
i ¿qué dice
~ampágic?
; ¿qué dice Inti Ká-
pac Amauta? ..... .
-Dicen lo mismo,
Hijo del
Sol.
El Monarca levantó la ma–
no, i todos se retiraron.
Pocos oyeron
el diálogo:
pero profundo pavor recorrió los