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el ánimo recibe la impresión de fiesta y regocijo en ellos. No otro es

el sentimiento que les anima. Es la familia que visita a uno o varios

de sus miembros desaparecidos, y que ahora

está o están con ellos en

alegre rueda familiaT.''

Esta misma costumbre era peculiar e invete–

rada costumbre de los pueblos del Imperio Incaico, con la única dife–

rencia de que antaño no eran los vivos los que acudían a las tumbas

de los familiares muertos, sino que éstos, según firma creencia, acudían

a las moradas de sus deudos vivientes, por quienes eran esperados con

especiales banque tes y afectuosamente agasajados.

Ejemplos diversos como el precedente se podrían citar, para evl–

denciar la amplia extensión y arraigo de la influencia incaica en los

territorios que iban conquistando los Hijos del Sol, como

el

que

comprenden las provincias del Norte argentino, y tendríase que enume–

rar toda esa serie de ritos y creencias entre las masas indígenas

y

mes–

tizas, que no son más que la conservación

y

reminiscencia de los

antiguos credos y actos observados en el Tahuantinsuyo, ingenuamente

acoplados hoy a las prácticas católicas, como las invocaciones a Facha–

Mama, la veneración de los montes elevados y de las fuerzas telúricas,

el curanderismo, la brujería, los sortilegios, etc., que acusan, todos elles,

la directa influencia de las culturas incaicas.

Igualmente, por el lado de ciertas artes, como la orfebrería y

particularmente la cerámica, difundidas por el Norte argentino, por

sus inequívocos caracteres, aunque posteriormente caídas en degenera–

ción, se observa la evidente. acción de los técnicos incaicos, ejemplifi–

cadas por los muestrarios de nuestros museos, donde se exhiben valiosí–

simos objetos fehacientes.

De igual manera, pues, ha obrado la influencia incaica en materia

de música, y, por ser ésta la más legítima expresión del alma popular,

ha penetrado más profundamente y echado raíces en el ambiente

folklórico en todos los lugares ele la Argentina, donde pudo caer su

germen, constituyendo, con el tiempo

y

el contacto de otras civiliza–

ciones, un caudal propio y característico.

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