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tosamentc el aspecto interior del techado de paja. Todas

las paredes estaban tapizadas de bruñidas planchas del

precioso metal, de las cuales unas servían de tabernácu–

lo; y otras de ventanas. Una imagen que llenaba la tes–

tera occidental representando un rostro humano, cir–

cundado de rayos, como suele pintarse al sol, hecha de

una plancha de oro macizo de dimensiones enormes, pro–

fusamente engastada de esmeraldas y otras piedras pre–

ciosas, hallábase colocada, de tal modo frente a la porta–

da oriental que los primeros rayos del rey de los astros

daban en ella al amanecer, iluminando todo el santuario,

con un resplandor que parecía sobrenatural, y que re–

flejaban todos los adornos de oro con que paredes y te–

chos estaban por doquiera embutidos: el oro según el

lenguaje figurado del pueblo,

era las lágrimas del Sol.

En ambos lados de la imagen se hallaban los cadáveres

embalsamados de los lnkas difuntos, cada uno sentado

sobre su

tiyana

o trono de oro.

En comunicación con esta parte principal había un

grande pórtico de piedras pulidas, adornado en lo alto

con una canefa de oro, que servía de vestí bulo a cinco

capillas de menor dimensión. La mayor de ellas estaba

dedicad a a la Luna, cuya imagen entallada en una gran

plancha de plata con rostro de mujer, como madre de los

lnkas, cubría casi todo el fondo del adoratorio: sus be–

llísimos atavíos eran de plata como convenía a la blan–

cuzca luz del astro nocturno. Las momias de las espo–

sas legítimas de esta segunda deidad inkásica. La otra

capilla, dedicada a la multitud de las Estrellas, que

componían el refulgente cortejo de la hermana del Sol;

tenía la puerta de plata y los lienzos del techd de tejidos

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