notable era el
Llama
con su vellón dorado; todo ello
hecho con una destreza que en este caso probablemente
el valor del precioso metal no sobrepujaba
'<l
la finura
del arte. De igual modo, los instrumentos de agricul–
tura para la labranza de los jardines del Sol, y hasta los
utensilios de la cocina, eran también de oro y de plata.
Sobre el mismo terreno, que ocupaba el opulento Qo–
ri-kancha, está construído le Convento de Santo Do–
mingo de
Guzm.án,de magnífica estructura, como uno
de los monumentos más espléndidos del Nuevo Mundo:
los jardines del Sol están convertidos en floridos huertos
cercados por los elegantes claustros del primer patio y
del noviciado: los aposentos, residencia en otro tiempo
de los sacerdotes gentiles, los habitan actualmente los
religiosos dominicos.
Muchos edificios de la pampa de Maruri y de la pla–
zoleta del Castillo, de la calle de San Agustín y del ca–
llejón de Loreto, de las avenidas del Triunfo y de Ha–
tun-rumiyoq, no menos que de otros puntos conservan
aún los cimientos de sus primitivas paredes. El tamaño
de las piedras, la variedad de sus formas y la exacta
combinación de estas piezas, manifiestan a todas luces el
arduo e inimitable trabajo del arquitecto peruano, y
dan a la ciudad aquel aire de interés romántico y de
una antigüedad veneranda, q_ue llena el alma de un pro–
fundo acatamiento, aunque al mismo tiempo acompaña–
do de justísima indignación contra las modernas autori–
dades del Departamento, que no sólo miran con indi–
ferencia glacial los restos de monumentos tan maravillo–
sos; más aún, algunas veces, ellas mismas los · destruyen,
como en la provincia de Calca el magnífico observato-
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