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vid
a ~
de a que
11
os siervos d e
Di
os que se
11a111
ara
n
el
J>.
Salamanca
v
el fI.
Gonzalo
Díaz
de ;-\ marante
...
(1). Aquí debería ser el
pu 11to
de reunión de los
:Vl
erceda
ríos an1ericanus,
por que aquí
es tá
nues–
tra
cuna
religiosa, porque el Cuzco fu é. Ja
cascada
de abnegación
y
de heroismo de donde
salieron,
nuestros antepasados que fueron a
f<~cundar
con
· -sus
sudores
y a regar con Ja sangre
de
sus venas
las
selvas
cle]
i\111azonas
y
del
Magc121lena,
las al–
turas del Pichincha
y
del Sorata, las regiones del
1'ucun1án y
los bosques
de
111aitenes
y de quilla-
11es sagrados
de la tierra de Galvarino·
y
de Lan–
taro.
}'ué una tarde a Ja
hora
en que el
sol agoni
za
en
los brazos de
la
son1
hra.
St-ntados en una·
piedra
en
las al tu ras
del
[Jacha tusnn,
con–
ten1plaha1nos,
el emja rn bre de
picachos
andinos que,
coronados de
nubes,
parecían
en
la suavidad del
horizonte lejano
y
en Ja
n1eiancólica
d u Izu ra de 1a
tarde, gigantes, que
con
Jas n1anos alzRdas que:
maran
incienso
al
Sol. Y
entonces,
deja111os
vagar
·Ja fantasía
y soñan1os.
V'in1os
esta tierra de
los
In–
cas
convertida e.n una
hermo~ísin1a
princesa, de be–
lleza s1n igual. ,
Estaba
recostada en las espesuras
de la
Convención:
bañaba
sus
piés en las corrien–
tes t o rrentosas de Urubamba,
apoyaba
su
cabe.
za, t ostada por los
besos ardientes del sol
del
tró–
pico
en los
nevados
de
1\
usangati y jugaba
con sus
n1
a n os en
1
os bosques
de
l\!1 area
pata y
en
1
a s pu -
nas
s o litarias de Ya naoca. Y
sentin1os
en tonces que
se
ex tremecian los robJedades de Jas selvas arau–
ca n a ~ .
Fra
u no
de nuestros indios que
envuelto en
sn
cha rna 1
y
con el corvo al cinto trepaba con la agi–
lidad d e los
pu111as
los brefiales de 1os Andes;
y ·allí
-..-
[1 ]
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os en (olor
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