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ERNESTO MORALES

Huayna Capac, siendo principe, gustaba de sa–

lir solo a dar largos paseos. Fue en uno de ellos

qoe encontro a un joven sentado en una roca

y

tocando melancolicamente su

quena.

Tan dolori–

dos sones arrandbala, que el principe supuso que

el dolor le dictaba sus melodias;

y

lo interrogo.

Penas de amor atribulaban el espiritu del joven

flautista.

Huayna Capac, meditando sobre el amor, fuer–

za extrafia que da la felicidad y nos hace desdi–

chados, alejose del cuitado. Sus pensamientos, en–

contrfodose, trataban de descubrir el por que de

la fuerza del amor.

Otro dia, en uno de sus paseos solitarios, hallo

una mujer demacrada, de curva espalda, caminan–

do apoyada en un palo,

y

con trabajoso andar. In–

terrogola el principe. Aquella doliente padecia des–

de largos afios una terrible enfermedad que le

roia las entrafias.

Huayna Capac se alejo de ella meditando acer–

ca del dolor fisico, presto siempre como una fiera

en acecho, para hac,er pasto del organismo de los

hombres e ir, cruel, implacablem·ente, dev<>r'in–

dolos.

En otro de sus paseos, hallo el principe en su

camino a un anciano de noble faz

y

porte digno.

Sus cabellos eran blancos casi, a pesar de que su

cuerpo agil revelaba vigor. lnterrogole: Era una

victima del desengafio, de la ingratitud. Los ami–

gos desleales, habianlo abandonado en la pobreza

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