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ERNESTO MORALES
hermosa
y
discreta Chuqui-llantu, iiusta, hija del
Sol.
El titulo denota intervencion espafiola, y a fe
que, por su galana frescura y agilidad de concep–
cion, podria figurar entre las novelas picarescas de
las bellas letras peninsulares. Hela aqui:
Hallabase el pastor Acoya-napa entre las sie–
rras, guardando las
llamas
blancas de los sacrifi–
cios. Era un mozo fornido y hello. Por disminuir
las boras, tocaba su
quena,
dulcemente despreocu–
pado. Atraidas por su melancolico sonido, Chu–
qui-llantu y otra compaiiera, virgenes del Sol,
acerdronse al sitio donde tocaba Acoya-napa.
Eran ellas, virgenes de una casa de provincias; por
lo tanto, no de sangre real,
y
si babian sido esco–
gidas, lo fueron por su singular hermosura. Como
se ve, el reglamento de reclusion de estas casas no
seria tan riguroso como las leyes lo clan a enten–
der, ya que las virgenes podian
~alir
a pasear de
dia, aunque
c.onla consigna de regresar antes de la
noche.
Qued6 el pastor maravillado de ver dos jovenes
tan bellas junto a
et,
y cayo de rodillas creyendo
que fueran seres sobrenaturales. Cbuqui-llantu, a
quien tambien habia impresionado la viril apostu–
ra del pastor, enterole de quienes eran y lo indujo
a que siguiese tocando su
quena.
Luego, en conver–
saciones, pasaron ambas buen tiempo con el, hasta
que les llego la bora de regresar.
En las casas de las virgenes babia viejos que
servian de guardas, porteros y serenos: los
puncu-