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ERNESTO MORALES
bord6n que ella rraia, y pusose a aderezar un gui–
sado de ortigas que, segun tradici6n quichua, son a
prop6sito para curar la tristeza. En aquel punto,
llegaron ambas virgenes y pusieronse a conversar
con la anciana, comiendo de su guisado. Al despe–
dirse, esta regal6 a Cbuqui-llantu
SU
bord6n.
Regres6 quejumbrosa la
aclla
a su palacio, pues
infructuosamente babia buscado al pastor. Y, ya
en su alcoba, cuando mas se lamentaba de su amor,
vi6 que el bord6n de
la
anciana convertiase en el
soiiado Acoya-napa. A la maiiana siguiente sali6
otra vez Chuqui-llantu, solo con su bord6n, y,
llegada a la sierra, convirtiose este otra vez a
SU
figura humana. Pero uno de los guardas, receloso
quizas de estas salidas, babia seguido a Chuqui–
llantu:
la
hallj con el pastor y comenz6 a dar
gritos de alarma. Ellos, entonces, buyeron para es–
tapar a
la
amenaza de
la
ley terrible. Huyeron bas–
ta que, cansados de andar, sentironse sobre una
peiia y alli se adormecieron para no despertar nurt–
ca: quedaron convertidos en piedra.
Llamanse estas Pitu Siray, que quiere decir pa–
reja, y el cronista Morua dice baberlas visto en el
tamino que va de Guallabamba a Calca.
Con esta donosa bistoria de amor, rejida segu–
ramente por algun
amauta
mas ingenioso que pro–
fundo, se ha querido dar una explicaci6n a la for–
ma bumana de esas piedras. El rec:urso es comun
al espiritu de todos los pueblos, y las leyendas po-