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16

ERNESTO MORALES

bord6n que ella rraia, y pusose a aderezar un gui–

sado de ortigas que, segun tradici6n quichua, son a

prop6sito para curar la tristeza. En aquel punto,

llegaron ambas virgenes y pusieronse a conversar

con la anciana, comiendo de su guisado. Al despe–

dirse, esta regal6 a Cbuqui-llantu

SU

bord6n.

Regres6 quejumbrosa la

aclla

a su palacio, pues

infructuosamente babia buscado al pastor. Y, ya

en su alcoba, cuando mas se lamentaba de su amor,

vi6 que el bord6n de

la

anciana convertiase en el

soiiado Acoya-napa. A la maiiana siguiente sali6

otra vez Chuqui-llantu, solo con su bord6n, y,

llegada a la sierra, convirtiose este otra vez a

SU

figura humana. Pero uno de los guardas, receloso

quizas de estas salidas, babia seguido a Chuqui–

llantu:

la

hallj con el pastor y comenz6 a dar

gritos de alarma. Ellos, entonces, buyeron para es–

tapar a

la

amenaza de

la

ley terrible. Huyeron bas–

ta que, cansados de andar, sentironse sobre una

peiia y alli se adormecieron para no despertar nurt–

ca: quedaron convertidos en piedra.

Llamanse estas Pitu Siray, que quiere decir pa–

reja, y el cronista Morua dice baberlas visto en el

tamino que va de Guallabamba a Calca.

Con esta donosa bistoria de amor, rejida segu–

ramente por algun

amauta

mas ingenioso que pro–

fundo, se ha querido dar una explicaci6n a la for–

ma bumana de esas piedras. El rec:urso es comun

al espiritu de todos los pueblos, y las leyendas po-