I
1.64
ERNESTO MORALES
no regresaba con aquel oro maldito. Quena co–
menzo a entristecerse, a enflaquecer, a marchitarse.
Despues de un largo tiempo, Quena, triste, flaca
y marchita como ya mas no podia estarlo, comenzo
a ernpequefiecer: tan pequefia se hizo que ya no
era mas alta que un nifio de pocos meses.
Paso mas tiernpo. Quena, triste hasta el rnu–
tismo, aun aguardaba al que babia salido a buscar
el oro del sol; pero Fustiy no regresaba. Y Quena
murio de tristeza.
Un crepiisculo de oro, Fustiy regreso al lug;u
de donde habia salido. T ornaba mas triste y con–
centrado de lo que saliera, porque tornaba venci–
do. Por primera vez en su vida veiase obligado a
decir a Quena: "No puedo cumplir tu capricho."
Mas en vano busco a la que bien lo amara; en
vano ambulo desesperado, bajando honduras, esca–
lando picachos y recorriendo valles.••
Y un dia, en el sitio donde ella rnuriera, Fustiy
encontro una rustic.a flauta del tamafio de un nifio
de pocos meses. Soplo el instrurnento, y arrojo este
una queja tan melodiosa,' tan inefable, que Fustiy
hallo que esa queja era la voz iinica de su espiritu,
la sola voz con que
et
podria cantar en adelante,
hasta el fin de sus desventurados dias ...