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ERNESTO MORALES
IV.
La guerra de Guarina.
V.
La guerra de Jaqui–
jaguana.
Aun promete el laborioso soldado:
Concluido
con estos libros, en que se incluye la cttarta parte,
bajo dos comentarios: el uno, de las cosas que pa–
saron en el reino del Peru despues de fundada la
audiencia hasta que el presidente sali6 de el. El
segundo, de su llegada a la Tierra Firme y la muer–
te que los Contreras dieron al obispo de Nicaragua,
y c6mo con pensamiento tiranico entraron en Pa–
nama y robaron gran cantidad de
oro
y plata, y
la batalla que les dieron los vecinos de Panama
junto a la
ciud~d,
donde las mas fueron presos y
muertos, y de otros hecha justicia; y c6mo se co–
br6 el tesoro. Concluyo con los motines que tuvo
en el Cuzco y con la ida del mariscal Alonso de
Albarado, pot mandado de los senores oidores, a
lo castigar, y con la entrada en este reino, para ser
visorey, del ilustre y muy prudente var6n don
Antonio Mendoza.
Y se excusa, siempre humilde, siempre no Fre–
yfodose digno de los magnos hechos
y
maravillo–
sas tierras de los que le ha tocado ser descubridor
in telectual:
Y si no va escripta esta historia con la suavidad
que da a las letras la sciencia ni con el ornato que
requeria, va a
lo
menos llena de verdades, y a cada
uno se da lo que es suyo con brevedad, y con mo–
deraci6n se reprenden las cosas mal hechas.
Y por si su estilo fuera desmaiiado y torpe su