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El viajero, montado en su mula, avanza a lento an–
dar sin soñar en la tormenta.. De repente el cielo,
sereno basta entonces, se entolda de nubes som–
brías, las unas persiguiendo a las otras con vertigi–
nosa rapidez; los relámpagos tajan el nublado,
y
el
rayo pa._rece
desgajarse
por todas partes a la vez, a
pocos pasos de distancia. Se cree uno rodeado por un
círculo de fuego. Los hom
br~s
y los animales son
con ftecuencia muertos por el rayo...
<.<La. noche. es aún más extraordinaria que el día. La
luna, que
endulza.1
los paisajes en las comarcas bajas,
proporciona sobre la alta meseta un efecto muy dis–
tinto. Ella da una luz extraña, siniestra. Si se aleja
uno
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poco de la tienda o de la choza indiana que
lo abriga, parece ya distante de la tierra.
«Es imposible describir la impresión que produce
en estas regiones un paisaje alumbrado por la lu–
na» ...
(op.
y
t.-
cit.).