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- · 18 -

fiabeliformes, que habla de otros países y pone un

tono alegre en aquellos parajes monótonos y tris-

tes...

·

De allí, siguiendo más arriba, se penetra en la sel–

va santiagueña. Con algunas variantes de salinas y

campos, ella se dilata por todo el poniente, centro y

naciente de la enorme provincia. Son pueblos in–

mensos de quebrachos gigantes, de enormes algarro–

bos, de tuscas soberbias, de poinposas talas, de misto–

les próceres, de mo1les, de chañares, de gtrnr;vacanes,

~e

quimiles ... Acompañando a éstos, se apeñuscan

ejércitos de árboles menores, de a.rbustos, entre los

cuales están el 'quilín ', e.l 'vinar', el'

tint

~ta.co

'

(pro–

sop-is

los tres); el 'quill ay'

(

Castelli coccinea))

de fruta

en bolillos rosados; el 'garabato negTo' (una acacia),

· cuyas flores - por enero - son blancas...

Hacia el nordeste, en el .Chaco santiagueño) la sel–

va se vuelve

impenetra~le.

Hacia el

noro~ste,

en cam–

bio, son comn-nes las abras, las cañadas solamente

peludas de 'aibales'. ·En esta dirección la selva. se

extenúa después, se

que~a

atrás,

y

aparecen los bos–

ques menores de a1garróbos, de tu.seas, de

·cl~añares;

los matorrales

ele

poleos, de sunchos, de atamisquis-;

los lugares a:rdientes y

desie~tos,

con

p~r-tes

de

sue–

lo gris, pelado, ·salpicado apenas de una que otra

mata ele pastó,

y

de algunas yerbas como harapos:'°

7.

Hacia

la.

Oordlllera.

-

Si retrocedemos hacia

el sur, hasta el costado oeste de la Salina Grande, ,

vemos de nuevo él matorral, compuesto de jarillas,