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fiabeliformes, que habla de otros países y pone un
tono alegre en aquellos parajes monótonos y tris-
tes...
·
De allí, siguiendo más arriba, se penetra en la sel–
va santiagueña. Con algunas variantes de salinas y
campos, ella se dilata por todo el poniente, centro y
naciente de la enorme provincia. Son pueblos in–
mensos de quebrachos gigantes, de enormes algarro–
bos, de tuscas soberbias, de poinposas talas, de misto–
les próceres, de mo1les, de chañares, de gtrnr;vacanes,
~e
quimiles ... Acompañando a éstos, se apeñuscan
ejércitos de árboles menores, de a.rbustos, entre los
cuales están el 'quilín ', e.l 'vinar', el'
tint
~ta.co'
(pro–
sop-is
los tres); el 'quill ay'
(
Castelli coccinea))
de fruta
en bolillos rosados; el 'garabato negTo' (una acacia),
· cuyas flores - por enero - son blancas...
Hacia el nordeste, en el .Chaco santiagueño) la sel–
va se vuelve
impenetra~le.
Hacia el
noro~ste,
en cam–
bio, son comn-nes las abras, las cañadas solamente
peludas de 'aibales'. ·En esta dirección la selva. se
extenúa después, se
que~a
atrás,
y
aparecen los bos–
ques menores de a1garróbos, de tu.seas, de
·cl~añares;
los matorrales
ele
poleos, de sunchos, de atamisquis-;
los lugares a:rdientes y
desie~tos,
con
p~r-tes
de
sue–
lo gris, pelado, ·salpicado apenas de una que otra
mata ele pastó,
y
de algunas yerbas como harapos:'°
7.
Hacia
la.
Oordlllera.
-
Si retrocedemos hacia
el sur, hasta el costado oeste de la Salina Grande, ,
vemos de nuevo él matorral, compuesto de jarillas,