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país
y
tornarse al Perú con la demás gente, abando–
nando la ciudad. Pero el bueno de lYiiguel de Ardi–
les
salvó la
conqi¿ista
y
nuestro porvenir)
conven–
ciendo a Nicolás Carrizo y otros soldados de la
entradcL)
de que era preciso oponerse
y
disuadir a
Bazán de semejante determinación, lo que felizmente
consiguieron (
45).
Cuatro años duraron las penurias
y
la
incertidumbre de los vecinos de
San~iago .
Y
en
ese tiempo, llegó un momento en que los conquista–
dores
«,
se vestían de cueros [de venados] e sacaban
una
cabuya
a manera de _esparto de vnos cardones y
espinos a puro trabajo de manos de que hilandolo
liacian camisas que podía [
n
J
servir de cilicio...
»
(Cabildo de Santiago,
op.
I, pág. 116).
Lo que más desesperaba a los religiosos vecinos
santiagueños era la ausencia de sacerdotes. Implo–
rando a Dios la venida de alguno
y
supliendo la
falta de sacramentos, realizaban procesiones los
lunes y los sábados. Cantando la.s letanías, iban
desde la Iglesia Mayor hasta la ermita de Nuestra
.
-'"'
Señora, y luego tornaban haciendo lo mismo (46).
7.
Un viaje a Chile.
-
Por fin, no pudiendo sufrir
más, determinaron cinco vecinos de Santiago em–
prender viaje a Chile con objeto de traer un ·'sacer–
dote y los artículos indispensables, sobre todo ves–
tidos'. Estos vecinos fueron los soldados Hernán
Mejía de Miraval, Bartolomé de Mansilla, Rodrigo
de Qniroga, Pedro de Oáceres y Nicolás de Garnica.
Partieron a fines de 1555, regresando a principios