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-¿Pero, el archivo

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-

interrogo.

Pero si no hay archivo!. . . - me responde.

-¿Y las obras de arte . . . las reliquias? ...

--Psch!. . . écheles usted un galgo!. . . La re-

voludón americana arrasó con todo ... Vino des–

pués ...

-¿De manera que usted nada sabe sobre el au–

tor de los versos del portal? . . . - termino el diá–

logo.

-Absolutamente. nicen los entendidos, que tie–

nen su mérito . . . Yo soy iletrado en asuntos de

poesía. Ordené que los copiaran, hace tiempo ...

No sé

si

lo habrán hecho ... Usted comprende que

el tiempo es escaso

y

os oficios religiosos ...

N'o quise oir más. Aqu l despego poi,' las cosas

nuestras, las

a ondamente mis sentimientos.

Por ventura, no era

espafi.ol,

ni americano, mi in–

terlocutor. Al::iandoné la qelda pesaro,so.

"Y

a e;n el

patio, evoco e .cuerdo. IP'érez Holguí;n, pintor crio–

llo del siglo/

I, m ha la

en

sus te as polvorsas

y

descolo i as, prendidas al muro de los corredores.

Es la parábola de Francisco .Sblano, bravo pastor

de almas. Una veintena de cuadros sintetiza la vida

de este glorioso misionero. Más allá, el retrato del

maestre de campo, 'Don Antonio López de Quiro–

ga, uno de los sostenedores del templo, denuncia el

sepulcro de este gran filántropo

y

poderoso señor,

que tanto pasto dió a las cr-ónicas por sus obras

pías y su excentricidad.

San Francisco fué el primer templo católico de

América. Su construcción comenzó en 1547 bajo