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EL ART!E R®LIGIOSO

¿Un verso de Lope?

-Nosotros no sabemos nada- me dijo el fraile

joven que encontré en el camaranchón de la porte–

ría, rodeado de indios. -

¡E ta;n antigua esta igle–

sia!. . . ¿Por

u'

pregunta

al

padre guar–

dián

1...

-Ent onces. . .

¿

uedo? -

insinué en mri deseo

de pasar adela te.

-Sí señor

a

uste< . . .

.Al

fondo de la gale–

ría . .. a la izquierda. . . celda 14.

Y lo dejé con sus catecúmenos, refrescan·do la

doctrina cristiana.

Me había

llamado profundamente la atención

aquella poesía sacra, ininteligible casi, perdida en

el encalado de un muro, a la entrada del convento

de San Francisco Solano, escrito a pincel y en letra

cursiva, tipo español. La pieza anónima, de corte

c1ási<;o, modelada en los cánones de aquella edad

piadosa de España, con Santa Teresa, Bonilla

y

Fray Luis, sacudió mis recuerdos sobre el devo–

cionario de la piedad.

¿

Lope

~

¿Los Argensola

1

~

·Elncina

1

¿Tal vez Herrera? ¿O ese gran evangeli–

zador de San Juan de la Cruz?

¿

O ese cachidiablo