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blos de in:dfos chichas y de otras naciones y tamberías del Inga que
no se han hecho menc.ión, todos con yerva, agua y leña y casas y pa–
redones descubiertos porque tod'as las jornadas del Inga son de tres
leguais y la que más de qruaitro
y
én los tambos que no ha dicho
aver indios, apaciguada la tierra,
podrían salir los indios comv.arcanos
a servir como se ha,c.e en el Pirú
y
lo hazían en tierwpo de. lOlS Ingas,
porque están sus pueblos cercanos del camino a dos y a tr·es
y
a seis
leguas el que más lejos".
Cuando Matienzo llegó a Lima, en li561, el Tucumán contaiba ape–
nas diez años de fundado. Era fácil enterarse de lo incaico. Lo hizo
caibalmente, como todo Jo que hacía,
y
reflejó su juicio, junto con
su~
proposiciones de reformas, en su conocido "Gobierno del Perú".
La Audiencia de Charcas era paño de lágrimas, justicia y socorro
de los conquistadores. Pocos serían los hombres de actuación en el
Tucumán que no fuesen a Charcas por alguna causa. El conoció sin
duda a todos, así a los que se
~alvaron
de la jornada
<l'e
Diego de Ro-
Don Sebastián de Oovarruvias en su " esoro
de la lengua castellana" (Madrid
1674),
define
Ja legua: "espacio de camino que contiene en si
tres millas", y más lejos, al consultar ese vo·
cable vemos que lo define: "u,n espacio
e cami·
no que contiene en sí mil pasos" Coincide,
pues, con don Antonio d
'.Herrer
Según el eminente
internacionalista e bis·
toriador boliviano, don Ricardo Mujía, que in·
tervino repetidas veces en las cuestiones de
lí·
mites de su patria, y a quien consultamos el
punto:
"20
leguas españolas eran un grado
geográfico marino. La medida itineraria o te·
rrestre llamada legua era de
20,000
pies o 6.666
varas y dos tercios. La legua de posta era de
4 kilómetros actuales. Pero la legua, como me·
dida itineraria cambia de nombre y de valor se·
gún los países. En Francia v. g. aunque hoy
cambia de nombre y de valor la legua por no
entrar en el moderno sistema métrico-decimal,
conserva sin embargo cierta existencia legal,
pues aún fija las paradas de posta".
"Por Real Provisión del Virrey Conde de
Nieva, dada en Lima en
1561,
se señaló
100
le·
guas de distrito a
la Audiencia de Charsas
en contorno de la ciudad. Este primer distrito
fué pues de
100
legua$ espaíiolas terrestres o
comunes que se computaban
20
al grado, Este
distrito fué aumentado posterior.mente con Pro·
vincias
y
Gobernaciones, sin marcar ya
leguas"~
Así es como los cálculos de autoridades y par·
ticulares se dividían entre
17
Y,
ó
20
leguas
por grado geográfico, trayendo consigo las di·
ferencias que hoy observamos en sus obras es·
critas y en sus mapas. En el primer caso, siendo
el grado de
i7Y,
leguas, o sea
70
millas, y la
m'IJa de 16oo metros,
fa
legua equivaldría a
6
k.
400
metros. Sienáo el
g~ado
de
20
leguas
o sea
6o
millas, la legua daría
4
k.
8oo
m.; varia·
ción suficiente para quitar al historiador Ja
posibilidad de situar los puntos a que un an·
tiguo documento hiciera referencia, por descono·
cimiento de la escala que su autor 11sara1 ¿Qué
remedio <jueda sino investigar en cada caso las
dístancias conocidas actuales, e interpretar en
kilómetros o ·leguas modernas de
s
kms. la dis·
tancia calculada por
los antiguos entre dos
puntos? Tiene igualmente sus inconvenientes
este sistema, pues,
los puntos de
referencia
son a menudo ciudades mudadas de su lugar
original,
rios que han cambiado de nombre,
tambos, pasos o caminos de
los que no que·
dan vestigios. Cuando una autoridad como el
Presidente La Gasea da a entender sin am·
bajes que él computa
i7Y.
leguas por grach
geográfico, es una coincidencia feliz (existien–
do controversias acerca de los términos de la
gobernación de Chile acordados
a
Valdivia
por él) poseer este dato que permite medir la
líne;i imaginaria de cien leguas que partía de
Copiapó en
270 20
y
alcanzaba el Sur de Tu·
cumán. Pero son raros los casos en que la es·
cala es determinada con exactitud. Más frecucn·
te es que los autores usen el término "legua"
sin dar precisión alguna. Matienzo, Sotelo, Li·
zárraga, los gobernadores
y
los conquistad-Ores
difieren en sus cálculos sensiblemente. Mucho
queda, pues,
librado a
la
inducción
y
a
la
hipótesis.