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LA ESFINGE INDIANA
En cuanto a la doctrina de Albrecht Penck, sobre las oscilaciones
dímáticas en general, y en particular sobre el conjunto lacustre de la alti–
planicie andina, están reunidas en una conferencia del Dr. Frenguelli:
publicada por la Ac.ademia de Córdoba
(IX,
p.
1OO
y
1O5) •
Entre los buenos argumentos de
Posna~sky
figura 1a elevación de
los "pueblos de chulpas", respecto al lago (X, p. 34) . El hecho que
esas construcciones están todas situadas a una altura respetable sobre el
nivel actual de las aguas, es de la mayor· importancia, por ser prueba
de que en la época en que fueron construídos el lago tenía un nivel no–
tablemente más alto.
Ni le valen a Uhl,e sus excesivos temores, que le prohiben admitir
que en pocos siglos pudo realizar tan significante retroceso de las aguas.
Si imaginamos esa posibilidad - piensa Uhle - tenemos que admitir
como consecuencia que no es muy lejana la época en que el sitio de las
ruinas estaba enteramente sumergido. Naturalmente, entre confesar que
la antigüedad de Tiahuanaco h,a recibido tan rudo golpe, y rechazar la
incómoda doctrina, Uhle no duda un sola instante. He aquí r¡n arqueó–
logo, muy res11etab e por otra parte, que, al entrar e¡¡¡ un campo de
averiguaciones geofísicas, quiere limitar los resultados del experimento
según el bagaje de pres nciones que se ha olv:idado de
deja~
a la puerta,
y huye aterror'zado ante las consecuencias.
(XI,
parte
II,
pág.
1O).
Viceversa osnans y quiere emplear las obser.vaciones del nivel an–
tiguo come prueba de sus fblicas antigüedades, cuando fos 34 metros
que faltan, e altura, para que las aguas lleguen a Tiahuanaco, no ne–
cesitan sucesiones interminables de siglos, sinó una relativamente peque–
ña modificación climática. Respecto a su idea de la inclusión de aguas
marinas, al levantarse los Andes, mayor buen sentido demuestra un
modesto viajero de la Conquista
(XII,
cap. l
O3) •
Podría ser
-
escri–
bió Cieza de León -
que del tiempo del Diluvio quedó así con esta
agua que vemos, porque a mi ver, si fuera
ojo
de mar estuviera salobre
el agua,
y
no dulce, cuanto más que estará de
la
mar más de sesenta
leguas.
El lector ve que, sí se aparta la forma confesional de la expres10n,
las observaciones geofísicas de Cieza pueden aceptarse plenamente hoy
día, pues en la palabra "Diluvio" se debe reconocer una fórmula algo
anticuada, pero exacta y descriptiva, que indica el
acmé
de un período
anaclimatológico, en el sentido de Penck. Notable es la clarividencia
con que Cieza rechaza la idea que Posnansky defenderá varios siglos
más tarde, es decir, que el lago Titicaca fuese un " ojo de mar" . En
cuanto al asunto del agua de los glaciares que diluye las sales del agua