LA
SERIE
B.
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del
tedo nueva, la serie- B. Su fórmula consiste en la inversión del orden
de los elementos de la serie A, que comprende las hipótesis migratorias
con que se ha explicado basta hoy la población indígena del continente
americano. Se diría que la incansable curiosidad humana, al encontrar
cerrado el camino para nuevas investigaciones del tipo clásico, por el he–
cho que las posibilidades geográficas se hallaban agotadas, h a intentado
superar el punto muerto, y rehacer en dirección inversa el camino ya re–
corrido.
Ahora bien, si empleamos la. conocida fórmula del matemático, para
calcular el número de las combinaciones de miembros de dos en dos, ten–
dremos una idea de la enorme masa de trabajo especulativo que puede cos–
tar a la humanidad el intento de explorar todas las posibilidades de esta
nueva corriente.
Si yo estuviera animado por la fe de los caballeros andantes, ten–
taría poner una valla al nuevo torrente que amenaza. ¿Puede un escrito
crítico alcanzar una victoria de esta naturaleza? Los que creen en
la
dan hoy ser utilizadas con toda seriedad .
Varias atenuantes
sin embargo, es justo tener en cuenta para con estos escritores
que vivieron bajo la sugestión de la arqueología de Egipto, que durante esa época em–
pezaba a derramar sus tesoros. Es evidente, por ejemplo, que LE PLOl'fGEON obró en
e!
Yucatán como " egiptólogo" , m ás que como americanista. Mas, ¡que imperfecto co–
nocimiento de la egiptología
cien~ífica
1 ¡qué estupenda ignorancia del ambiente clásico
y de las lenguas orientales, y
~un
de la griega y latina!
Se debe a tales e t ravíos
el
hecho q e este investigador, quien pasó sus mejores
años en
el
terreno, entre los monumentos Yucatecos, al abandonar definitivamente la
descripción de yacimientos y hallazgos, que había seguido publicando desde
18
7 6 hasta
1880
en
The Amer. Antiq. Soc. Proceedings,
escribe con amargura, en
1886,
que el
público ha respondido a su empeño científico con escéptica ironía. Sin embargo eso
no le sirvió para infundirle en alguna medida el freno de
la
autocrítica, que es indis–
pensable para todo verdadero suceso, y en el mismo año salió aquella enciclopedia
de disparates que se titula
Sacred mysteries among the Mayas and the Quichés,
11 •
5
OO
years ago, their relation to the sacred mysteries of Egypt, Greece, Chaldea, and India;
New
York,
1886,
a
Ja
que recurren todos los
dilettanti
de analogías absurdas entre
América y el Mediterráneo
clá~ico.
Dejando a un lado los dos libros de la Señora Le Plongeon
(
18 8
6 y
18 8
7) ,
es de lamentar que
el
descubridor de la bella estatua llamada Chac-mool, y también es–
finge de América, doctor Augusto Le Plongeon, h:iya confiado su nombre a una lectura
de los bajorrelieves y escrituras murales de Chichen-ltza, mediante un fantástico
ancient
hieratic Maya alphabet
de su propia invención, cuyos signos publicara en columnas pa–
ralelas con los jeroglíficos de Egiptó que acababan de explicar Champollion, Young
y Zoega.
¿Quiere
el
lector un ejemplo más de esa inexplicable "falta de control"? Se la
ofrece
el
subtítulo de la citada obra de
18 8
6 :
Francmasonry in times anterior to the
temple of Saloman.
¿"Hermanos", " logias"
y "venerables" masónicos en Yucatán,
diez mil años antes de Cristo? Difícilmente se convence uno de que esto se escribiera en
·Jibros de ciencia, y no en revistas amenas.