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LA

SERIE

B.

35

del

tedo nueva, la serie- B. Su fórmula consiste en la inversión del orden

de los elementos de la serie A, que comprende las hipótesis migratorias

con que se ha explicado basta hoy la población indígena del continente

americano. Se diría que la incansable curiosidad humana, al encontrar

cerrado el camino para nuevas investigaciones del tipo clásico, por el he–

cho que las posibilidades geográficas se hallaban agotadas, h a intentado

superar el punto muerto, y rehacer en dirección inversa el camino ya re–

corrido.

Ahora bien, si empleamos la. conocida fórmula del matemático, para

calcular el número de las combinaciones de miembros de dos en dos, ten–

dremos una idea de la enorme masa de trabajo especulativo que puede cos–

tar a la humanidad el intento de explorar todas las posibilidades de esta

nueva corriente.

Si yo estuviera animado por la fe de los caballeros andantes, ten–

taría poner una valla al nuevo torrente que amenaza. ¿Puede un escrito

crítico alcanzar una victoria de esta naturaleza? Los que creen en

la

dan hoy ser utilizadas con toda seriedad .

Varias atenuantes

sin embargo, es justo tener en cuenta para con estos escritores

que vivieron bajo la sugestión de la arqueología de Egipto, que durante esa época em–

pezaba a derramar sus tesoros. Es evidente, por ejemplo, que LE PLOl'fGEON obró en

e!

Yucatán como " egiptólogo" , m ás que como americanista. Mas, ¡que imperfecto co–

nocimiento de la egiptología

cien~ífica

1 ¡qué estupenda ignorancia del ambiente clásico

y de las lenguas orientales, y

~un

de la griega y latina!

Se debe a tales e t ravíos

el

hecho q e este investigador, quien pasó sus mejores

años en

el

terreno, entre los monumentos Yucatecos, al abandonar definitivamente la

descripción de yacimientos y hallazgos, que había seguido publicando desde

18

7 6 hasta

1880

en

The Amer. Antiq. Soc. Proceedings,

escribe con amargura, en

1886,

que el

público ha respondido a su empeño científico con escéptica ironía. Sin embargo eso

no le sirvió para infundirle en alguna medida el freno de

la

autocrítica, que es indis–

pensable para todo verdadero suceso, y en el mismo año salió aquella enciclopedia

de disparates que se titula

Sacred mysteries among the Mayas and the Quichés,

11 •

5

OO

years ago, their relation to the sacred mysteries of Egypt, Greece, Chaldea, and India;

New

York,

1886,

a

Ja

que recurren todos los

dilettanti

de analogías absurdas entre

América y el Mediterráneo

clá~ico.

Dejando a un lado los dos libros de la Señora Le Plongeon

(

18 8

6 y

18 8

7) ,

es de lamentar que

el

descubridor de la bella estatua llamada Chac-mool, y también es–

finge de América, doctor Augusto Le Plongeon, h:iya confiado su nombre a una lectura

de los bajorrelieves y escrituras murales de Chichen-ltza, mediante un fantástico

ancient

hieratic Maya alphabet

de su propia invención, cuyos signos publicara en columnas pa–

ralelas con los jeroglíficos de Egiptó que acababan de explicar Champollion, Young

y Zoega.

¿Quiere

el

lector un ejemplo más de esa inexplicable "falta de control"? Se la

ofrece

el

subtítulo de la citada obra de

18 8

6 :

Francmasonry in times anterior to the

temple of Saloman.

¿"Hermanos", " logias"

y "venerables" masónicos en Yucatán,

diez mil años antes de Cristo? Difícilmente se convence uno de que esto se escribiera en

·Jibros de ciencia, y no en revistas amenas.