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LA ESFINGE INDIANA
Esta inopinada originalidad de la tesis del Prof. Ricci; constituye
su carácter más saliente, el que me obliga a tratarla con úna cierta exten–
sión y diligencia. No considero completa, por tanto, la crítica algo dis–
traída de la revista
Scientia,
que se limita a recordar que
"les deux civili–
sations, la Sumer:ienne et la Pr:einca"ique, si lointaines entr:e elles, sont
l'une encor:e insuffisamment connue, l'autr:e pr:esque inconnue".
(1).
La objeción puede ser justa, pero frente a la doctrina que quiere ,
abatir, está en las mismas proporciones que una choza puesta al pié de
una. montaña. La importancia de la doctrina del Prof. Ricci no debe ser
amenguada con un artificio cualquiera, porque. no. puede considerársele.
como variante de un esquema conocido. Si se tratase
de
una supuesta mi–
gración de hombres desde Guinea o Escandinavia a las tierras
de
Améri–
ca, yo no perdería un solo minuto en criticarla, pues todos los estudiosos
tendrían el derecho
de
juzgarme, por el solo cometido, como una persona
ociosa.
La importancia del escrito del Prof. Ricci consiste justamente en ser
el primero que, por la autoridad del escritor y el vigor
de
expresión y
construcción dialéctica y probativa, (2) llama la atención hacia una serie
( 1)
Scientia,
v:ol.
~XVI,
(1924), núm. CL, 1
O,
pág. 'Z88; recensión del
escrito del Prof. R icci, pu!Jlica o en
"Ve•bum",
Septiembre de 1923.
( 2) Es
insistir en este concepto ile importancia "relativa", pues, en
rigor, si quisiéra os tener en euenta las hi ótesis de migraciones en su totalidad, pres–
cindiendo del c,aycter de seriedad
y
autoridad eon que se encuentran clesarrollados por
sus autores, tendríamos que reconocer algunos precursores de las doctrinas de la serie
invertida,
y
entre ellos principalmente BRASSEUR DE BOURBOURG y AUGUSTO LE
PLONGEON.
El primero, como es sabido, imaginó que la cultura Egipcia fuese un trasplante en
tierras africanas de las civilizaciones de Centro América. Pretendió tener las pruebas
de que
el
movimiento civilizador, partiendo de América, y por intermedio de la inevi–
table Atlántida, fecundó la historia de los continentes antiguos. Los monumentos
centroamericanos "son los que explican, o han de explicar, de una manera distinta,
los egipcios [¡pobre Champollion
1
J
las lenguas clásicas
y
los mitos universales,
y
11.0
sólo esto, sino también las revoluciones geológicas del globo y sus grandes cata–
clismos olvidados o desconocidos antes
y
después del diluvio, encontrándose todo ello
en los jeroglíficos mejicanos y los símbolos
guatemalteco~.
(BOURBOURG,
Biblioteque
guatemalienne)
."
Esta curiosa exaltación del abate provocó sp teoría de interpretación de la
escritura mejicaua. Ella representa una creación de la fantJSÍa muy análoga a la clave.
con que otro abate ilustre, el jcsuíta Kircber, explicó, a su manera, los jeroglíficos
de Egipto. Claro está que por una parte las exageraciones de la tesis, y por la· otra
el muy sospechoso fundamento epigráfico que le sirve de base, han relegado las obras
de BRASSEUR DE BOURBOURG ·entré las "curiosidades" del Americanismo. Es una lás–
tima que los nutridos volúmenes de la
Histoire des nations civilisées du Mexique et de
l'Amériqite Centrale,
(1857-59)
y
las numerosas obras especiales de este autor no pue-