LA BALSA
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un ciclo muy largo, siendo una de ellas numérica, otra ideográfica, sino
también la naturaleza prevalentemente zoológica de esta última. Por fin.
no obstante todas estas casualidades tan inverosímilmente "inteligentes" ,
necesita ' - explicar la constancia del orden respectivo de algunos grupos
en las dos series del Pacífico Occidental
(Siam, Jav:a) y del Pacífico
Oriental (Aztecas, Mayas)
( 11).
Más complicados
a~n
se presentan. los casos de coincidencias dobles.
Para citar un ejemplo, se encuentra en el lago Titicaca, aún hoy, un
curioso sistema de navegación, que por un lado es idéntico al de las islas
del Pacífico, y por el otro, al de los Egipcios predinásticos. Aquí brindo
al lector, reunidas en una lámina, las tres balsas típicas, de totora la
boliviana, de
catomaran
(bambú)
la malés, y del clásico papiro la
egipcia
(lámina XI).
Casos como estos pueden desencadenar teorías
estrafalarias. Sí Ellíot Smítb lo hubiese citado (salvo error, no recuer–
do haberlo encontrado en sus escritos), este triple hallazgo sin duda for–
maría para sus ideas un sostén mucho más sólido que el tatuaje y la
couvade.
¿Qué uso baremos nosotros- de este dato? ¿Tendremos en cuen–
ta la disposición circumpacífica de la ser'e Títicaca-Insulindia, haciendo
hincapié en la distancia absoluta
ue separa el Titicaca del Nilo, y, más
importante aún, la distancia ou1tural
(falta de estaciones intermedias)
entre las dos últimas regiones? ¿O consideraremos como concluyente la
diferencia de seis milenarios que nos separan de
la
balsa egipcia, hacien–
do resaltar el hecho q,u
as balsas de ambos lados del Pacífico existen
todavía en nuestros füas
¿O mvocaremos, por fin, la docvrina de las
ideas elementales para las dos correlaciones?
Esta es la cuestión:
¿método arqueológico, o método correlativo?
En el estado actual del conocimiento no tenemos una medida exacta
para separar racionalmente la zona de influencia de los dos criterios.
Si la tuviéramos, no habría ya incógnitas, ni se escribirían libros, con–
virtiéndose el americanismo en una serie de ecuaciones.
Tenemos, empero, unas advertencias prudenciales, formuladas por
la ciencia, con el fin de limitar, si no evita!' del todo, las posibilidades de
error. Consisten en establecer unidad completa de acción entre antropó–
logos, etnógrafos, arqueólogos y lingüistas.
Voy a citar un ejemplo :
Cualquiera puede leer en Quiroga que el nombre del hacha lítica
( 11)
La literatura del argumento se encuentra citada en L EHMANN-NITSCHE, R ••
Las constelaciones del Otión
y
de las Híadas,
en " R ev. Museo La Plata",
XXVI (
1921)
págs. 17-69.
Especialmente importante es el escrito de GRAEBNER,
Alt- und neuweltliche Kalen–
det,
en " Zeitscbr. für Etbnologie", Lll
(l
921), págs. 6-3 7.