EL PROBLEMA CENTRAL
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descubrimiento,
y,
por· otra parte, la gran masa de opiniones, suponen
una migración de pueblos extrarnntinentales a
las tierras americanas.
Tenemos así formada la primera divisién: "Inmigraciones de otros con–
tinentes", cuyo abundante material será necesario subdividirlo en varios
grupos, que indicaremos con las notaciones: Europa-América; Africa–
América; Oceanía-América; Asia-América.
I. INMIGRACIONES DE OTROS CONTINENTES
PRUvlER
GRUPO: EUROPA - AMÉRICA
Una de las más antiguos presunci?nes de inmigración europea, la
encontramos en el padre Acosta (1590)' aunque él mismo no está bien
seguro de si se trata de europeos o asiáticos.
· Piedrahita, un siglo más tarde ( l 688), no tiene inconveniente en
decidirse en favor de Europa. La población india fué," según este ecle–
siástico, una generación de Yafet, nombre o epónimo que corresponde
a las estirpes europeas.
También, Zamora atribuye a Y afer, es decir, al hombre blanco o
caucásico, la descendencia americana.
Con mayor precisión, Fernández de Ov'edo busca identificar en la
familia europea cúal ue
1a
estirpe que emigra,ra hacia Occidente. Piensa
que de los siete hijos de Yafet, el que emigró fué Tubal, o sea un pueblo
hermano de celtas, germanos, escitas, jonios
y
caucásicos.
Abondonando la historia bíblica por la de Roma, Thomas Mor–
ton ( l 63 7) asigna al pueblo troyano, prófugo del Lacio en los prime–
ros años de la República
(
! ) ,
el mérito de haber poblado el Nuevo
Mundo.
Sin embargo, en su
Repertorio,
el
ingeniero Enrique Martínez
afirma haber visto sobre el golfo de Riga una provincia (Curlant) ha–
bitada por gentes que "son una misma cosa" con los indígenas de Perú
y
México. Es indudable que esta opinión, no muy bien entendida por
los autores que la citan (algunos recientes la ridiculizan), reposa sobre
un dato de observación antropofísica que contrasta con los métodos bí–
blicos de la época. ·
Grotius, p()r otra parte, ya en l 642 había sostenido una inmigra–
ción. de pobl:idores escandinavos a Norte América, opin'ón seguida en
el siglo XIX por el danés Carlos Cristiano Rafn (1837), quien fué un
con:victo corifeo de la "hipótesis hiperbórea".
También a los hombres del Norte atribuyen Abner Morse (1861)