PRÓLOGO
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aportadas
ex novo
al. problema ·de los orígenes, especialmente en la IV
parte
y
sus complementos. Me es necesario, en este lugar, agradecer al
Sr.
Enrique Palavecino
por
haber concedido que su nota 'sobre el Que–
chua viese la luz juntamente con las páginas que le dieron la inspiración.
Espero que las personas a que haré referencia tengan presente que
solo combato ideas,
y
por
medio de pruebas. Un trabajo como el pre–
sente no podía prescindir de la forma polémica.
Mayor incomprensión encontraré entre los literatos. Ellos no sa–
brán perdonarme dos cosas : haber acumulado el mayor número de he–
chos,
y
haber prescindicfo del sentimiento.
Al literato poco importan los h!!chos. El artista en ciencia
-
ld.
dice Hoernes
-
se .asemeja el joven Werther de Goethe, que, echado .so..i
bre la verde orilla, añoraba el tiempo antiguo, cuando nadie sabía adonde
iba a terminar el arroyo, ni qué clase de hombres viviesen más allá dei,
las montañas.
Sin embargo, el personaje de Goethe está desmentido
por
su autor.
La verdadera paesía
no
se engendra del conocimiento imperfecto de la
verdad. Sin duda, la ilusión juvenil tiene su encanto, pero nadie haría
de ella :Una ley general de la v ida, ni de la vida intelectual de las nacio-.
nes. La más alta significación de la juventu:d, en lo humano como en ·
lo divino,
o
universal, consiste en la preparación de la edad hzadura.
Buenos Aires, Epifanía de 1926.
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