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LA ESFINGE INDIANA
Apolo fuese un cacique del
Orino.co,
o
que el dios supremo de los Perua–
no~
se llamase Beiracoechea. Tomando, por ejemplo, la cuestión de los
Súmeros, no nos daremos por satisfechos después de haber comprobado,
que los Americanos nunca emigraron al Asia Anterior, sinó que nos
propondremos también dilucidar quienes fueron los primitivos habitan–
tes de la Caldea. Siguiendo este precepto, hemos escrito toda una parté
de la obra, laJI, de la que no puede decirse en rigor si trata más de Ame–
ricanismo que de Asiriología.
Lector, si no quieres tomarte la pena de discernir la unidad en lo
multiforme, no leas este libro consagrado a la Digresión.
Este libro no es para el especialista. El especialista ya tiene reali..
zada por su propia cuenta la selección que aquí nos proponemos realizar
junto con el' lector. El especialista, que ya ha orientado su espíritu en la
disciplina de una indagación especial, encuentra todo esto muy ingenuo,
una especie de limbo infernal, un reino de sombras y larvas, dominio de
la muerte.
Sin embargo, inguno de los viejos errores está completamente
muerto. Un telegrama de Jl;iena acaba de atestiguamos que en pleno año
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5 puede ser llama'da a la tPida una estrambótica idea (Perú-Ofir)
del siglo XV
l.
Casi--no pasa una semana sin que la prensa nos comunique
que se han desc-ubier
o
e Méjico tiaras caldeas y en Perú vasos griegos.
No es de pensar que tan sólo en el mundo semidocto circulen esas patra–
ñas. La cronología de Tiahuanaco, sobre la base del pretendido cálculo
matemático: de Ponsnansky, no tan solamente figura en escritos de teo–
sofía, sinó también' en abras didácticas, como el Curso de Sociología
(192 1) del Prof.
Dr.
Ernesto Quesada. Hace pocas semanas, la
Revue
Hebdomadaíre
ha descubierto
por
enésima vez que los indios hablaban'
vasco. En verdad, ninguno de los despropósitos clásicos está realmente.
confinado en el reino de las cosas muertas. Dotado de una vida latente,.
cada uno de. ellos espera que una especie de tumo misterioso le conceda
penetrar en la circulación activa de los prejuicios humanos.
Superficial será juzgado este libro
por
los eruditos. Sin embargo
·
la mayoría lo encontrará pedante. Igualmente,' las notas que ilustran el
texto aparecerán a muchos críticos abundantes e innecesarias, mientras
que otros las encontrarán apenas suficientes.
Lector, .quédate en el justo medio. Te he supuesto inquieto, ávido
y noblemente curioso. Por otra parte, he confiado en que ya conoces
monumentos, libros y hombres, ahorrándote descripciones y preámbu-